Tipología Textual de los libros de la Biblia

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TIPOLOGÍA TEXTUAL

DE LOS LIBROS DE LA BIBLIA

Samuel Marcano

INTRODUCCIÓN

            Es fácil darse cuenta de la variedad de textos que se encuentran en la Biblia.  Los que han tenido la oportunidad de leer todos los libros de la Biblia han experimentado esta realidad.  Empiezan leyendo un libro que narra en un pasmoso lenguaje sencillo y directo  los orígenes de todo lo creado (Génesis) y terminan leyendo un libro que proyecta en un lenguaje simbólico y enigmático como será el final de los tiempos (Apocalipsis).  En medio de estos dos libros, pudieron leer códigos de leyes, épicas de héroes hebreos, hermosas poesías, sabios refranes, dolorosas endechas, profundas reflexiones filosóficas, discursos proféticos y biografías impactantes.  No hay dudas, la Biblia es una de las compilaciones textuales más ricas y complejas de la humanidad.

Sin embargo, aunque es fácil notar esta variedad en la Biblia no siempre resulta fácil entenderla. Incluso, el lector común, que no está familiarizado con los libros de la Biblia, encuentra, no en pocas ocasiones, algo pesada su lectura.  ¿Cuántas personas no han dicho alguna vez: “Yo quiero aprender a leer la Biblia”?  Con esta declaración están expresando básicamente su necesidad de entender el significado y mensaje del texto bíblico.

La comprensión de la Biblia puede facilitarse enormemente en la medida en que se pueda entender bien los distintos tipos de textos con los cuales nos encontramos en la lectura.  Si supiéramos, por ejemplo, cuales son las características distintivas de los textos narrativos, poéticos o proverbiales, entones podríamos leer su contenido con mayor posibilidad de comprensión.  Es por eso que necesitamos orientar nuestra lectura dentro del marco de esas distintas tipologías textuales

 

DEFINICIÓN

Llamamos tipologías textuales las diferentes formas como pueden clasificarse los textos literarios.  Cada texto que alguien escribe lo hace bajo un esquema o estructura  definida.  Así por ejemplo, un poema, un cuento, o una canción siguen un determinado patrón que le permitirá ser leído y comprendido con la intención con que fue producido.  La tipología textual se ocupa de describir estos patrones o esquemas bajo los cuales pueden ser clasificados los distintos textos.

CRITERIOS PARA ORGANIZAR UNA TIPOLOGIA BIBLICA

En el caso de la Biblia, ¿cuáles podrían ser los criterios empleados para organizar una tipología textual de los libros que la componen?  Permítannos sugerir los siguientes:

  1. Orden discursivo predominante. Como ya se explicó en la guía sobre ordenes discursivos, estos son las distintas maneras como un hablante/escritor organiza su discurso a fin de lograr su propósito comunicativo.  Los órdenes discursivos más conocidos son: la argumentación, la exposición, la narración, la descripción y el diálogo.    Cada texto escrito, aunque pueden incluir varios órdenes discursivos,  tiene uno que predomina sobre los demás.  Por ejemplo, la carta de Pablo a los gálatas, incluye una sección narrativa donde el apóstol cuenta su conversión, su posterior encuentro con los apóstoles en Jerusalén y su firmeza ante la posibilidad de un desvío hacia el legalismo (1:13-2:14).  Sin embargo, el orden que predomina en la carta es el argumentativo ya que toda la correspondencia es un llamado a permanecer firmes en la libertad que Cristo compró para nosotros (5:1).[1]
  2. Función pragmática predominante.  La función pragmática de un texto tiene que ver con la intención del acto comunicativo.  Responde a la pregunta ¿qué propósito tiene este texto? o ¿qué quiso lograr el autor con esta comunicación?  En el texto bíblico, encontramos que los libros tienen distintas funciones pragmáticas.  Es posible encontrar más de una función pragmática en un texto, pero, por lo general, hay una que domina el texto.  Entre las funciones pragmáticas que se encuentran en el texto bíblico podemos mencionar las siguientes:
    1. Instructiva.  Es aquella cuya intención es dar instrucciones acerca de cómo realizar una determinada tarea.  Presupone la atención y posterior obediencia del que lee/escucha.  Un ejemplo de esta tipología son las instrucciones dadas por Dios a distintos personajes como Noé (Gen.6:13-21), Moisés (Ex.12:1-20) y  Josué (Jos.1:1-9).
    2. Normativa legal.  Es aquella que busca establecer normas, estatutos, decretos y leyes.  Esta función pragmática presupone que quien dicta las leyes o decretos esta investido de la autoridad  para hacerlo (el rey, Dios, el legislador, etc.).  Un ejemplo de esta función es la que encontramos en las leyes dadas a Moisés (Ex.21:1-11)
    3. Apelativa. A través de esta función pragmática se quiere persuadir o convencer al lector/oyente de algún asunto.  Por lo general esta función se encuentra en los discursos o cartas (ejemplo, Efesios 4:1-16)
    4. Informativa.  Esta función pragmática tiene como objetivo suministrar información relevante para el lector/oyente.  Un ejemplo de esta función la encontramos en el texto de Hec.11:5-17, donde Pedro informa a la iglesia de Jerusalén acerca de su experiencia en Cesarea.  Otro ejemplo es Filipenses 2:19-30 donde Pablo da una especie de reporte sobre la situación de dos de sus colaboradores y los planes que se había trazado con ellos.
  1. Estructura general.  Este criterio se refiere a la forma cómo está organizado el texto.  Una carta, por ejemplo, sigue mas o menos el orden de: salutación, agradecimiento a Dios, desarrollo y despedida (véase por ejemplo la carta a los filipenses).  Una crónica histórica, por lo general, se inicia con una situación introductoria donde se narran los orígenes o inicios de los personajes principales (¿de dónde proceden?, ¿quiénes son?), luego se desarrolla la trama principal de la crónica (que incluye el clímax) y finalmente culmina con el desenlace.  Estas características constituyen la estructura general o esquema del texto.
  2. Temática general.  La temática general tiene que ver con lo que el texto comunica como tema central.  Un texto como el evangelio de Juan tiene como tema central la vida de Jesús como verbo encarnado, a diferencia del evangelio de Mateo que, aunque habla igualmente de Jesús, su tema central es la identificación de Jesús como el rey mesiánico esperado.   Se puede afirmar que cada libro de la Biblia tiene una temática central que es la que le da sentido y coherencia a todo el texto.

 

 UNA TIPOLOGIA BIBLICA

 

            Tomando como base los criterios expuestos anteriormente, podemos construir una tipología textual de los libros de la Biblia que nos sirva como referencia en nuestro análisis de los distintos libros que la componen.[2]

  1. Relatos históricos.  Son textos que narran hechos relacionados con la historia del pueblo de Israel o de la iglesia cristiana del primer siglo.  La función pragmática en la mayoría de este tipo de texto es informativa porque básicamente registran eventos que deben ser conocidos por algún grupo particular. Hay, sin embargo, textos bajo esta categoría donde predomina la función pragmática instructiva y normativa (como por ejemplo el libro de Levítico, que contiene la mayoría de las leyes e instrucciones dadas por Dios al pueblo de Israel).[3]  También hay textos donde predomina la función pragmática instructiva (como el libro de Éxodo que explica detalladamente acerca de la construcción del tabernáculo y de la institución del sacerdocio). Los relatos históricos están divididos a su ves en cosmogonías (que narran los orígenes del universo y de la vida en el planeta)[4], biografías (que describen la vida de una persona más que un evento),[5] crónicas (que describen hechos o eventos relacionados de manera general con el pueblo de Israel o con la iglesia cristiana del primer siglo como entidades colectivas) y evangelios (que describe la vida de Jesús en forma de historia editada bajo un propósito definido).[6]
  2. Las composiciones líricas.  Este tipo de texto son composiciones literarias en forma de poesías.  Se puede apreciar la diferencia de un texto poético a uno que esta en forma de prosa porque el primero está expresado de forma estética y esta sujeto a las leyes del ritmo y la versificación (como en el caso de los poemas), mientras que el último no.  La función pragmática dominante en este tipo de literatura varía de acuerdo al objetivo del autor.  En algunos casos el autor quiere presentar al lector una verdad para que él asuma la postura correcta, como el caso del Salmo 1.[7]  En otros casos, el autor invita al lector a participar con él de una emotiva alabanza o acción de gracias, como el caso del salmo 150.[8]       Un caso especial dentro de las composiciones líricas es el del libro de Job que presenta la mayor parte del texto en forma poética (esta sección registra los diálogos entre Job y sus amigos y entre Dios y Job,  y constituye la parte más voluminosa de la obra).  Sin embargo, la introducción y la conclusión del libro muestran que es un relato histórico (véase los capítulos 1 y 2 y la sección final 42: 7-17).  De manera que la función pragmática general del libro es informativa.   Las composiciones líricas en la Biblia están mayormente en formas de salmos (que son canciones recopilados en el libro de Los Salmos).  Dentro de esta tipología está también un  Canto de amor (que es un poema de carácter romántico compuesto por Salomón llamado el Cantar de los cantares) y endechas (que corresponde a un tipo especial de canto fúnebre o triste que expresa el dolor por la pérdida de seres queridos o por alguna situación de calamidad nacional, como por ejemplo el libro de Lamentaciones).
  3. Refranes.  Los refranes son sentencias breves recopiladas en el libro de Proverbios, aunque aparecen citados también  en otros libros de la Biblia (por ejemplo Ez.12:22; 16:44; 18:2; Miq.2:4; Hab.2:6; Luc.4.23)  Los órdenes discursivos que predominan en este tipo de texto son el argumentativo y el expositivo.[9]  En esta literatura se intenta condensar principios o enseñanzas del saber colectivo pero enfocado hacia una conducta temerosa de Dios.  El libro de Proverbios es un refranero que agrupa las sentencias mayormente sin conexión la una a la otra.[10]  Salvo contadas excepciones, la mayoría de los capítulos del libro de Proverbios son refranes breves e inconexos.[11]
  4. Discursos proféticos.  Estos son textos que registran las visiones y revelaciones que tuvieron algunos profetas. [12]   Se distingue del relato histórico en que no cuenta una serie de hechos o eventos sino expresamente el mensaje que Dios manifestó a un determinado hombre, por ello toma la forma de un discurso.  La función pragmática dominante es la apelativa porque es un llamado de conciencia para que el pueblo se vuelva a Dios.  También tienen una función informativa porque, en ocasiones, presenta una serie de eventos  que están por ocurrir y que forman parte del plan de Dios.  Por lo general en estos textos se combina la poesía con la prosa.[13]  Igualmente se combinan los órdenes discursivos argumentativo, narrativo y dialógico.
  5. Cartas.  Las cartas se encuentran mayormente en el Nuevo Testamento, siendo el apóstol Pablo uno de los que más cartas escribió en la Biblia (trece epístolas).  En este tipo de texto predomina la apelación y la instrucción como funciones pragmáticas.  Predomina también la argumentación como orden discursivo.  Casi todas las cartas en el Nuevo Testamento tienen una estructura parecida: Introducción (que incluye una saludo, un agradecimiento y una oración), desarrollo (donde se expone el argumento principal del autor) y conclusión (que incluye un saludo y una despedida).

ALGUNAS RECOMENDACIONES QUE

SURGEN DE ESTE ESTUDIO

Este trabajo quedaría incompleto si no hacemos algunos señalamientos en relación con las implicaciones prácticas que se derivan de esta investigación.

  1. Es necesario, en primer lugar, reconocer la naturaleza literaria de los libros de la Biblia.  Muchas personas ven la Biblia como un libro sumamente enigmático que está lleno de claves cabalísticas por todos lados y que sólo personas iniciadas pueden interpretar.[14]  Ciertamente la interpretación de la Biblia requiere algo de esfuerzo, pero no más del que requeriría cualquier otro libro.[15]
  2. Por otro lado, es importante que se entienda que lo que llamamos Biblia en realidad es una colección de libros escritos en diversas circunstancias, por diversos autores, a lo largo de casi 1.600 años y agrupados bajo criterios de canonicidad[16].  Esto nos lleva entonces a considerar que el análisis de cualquier libro de la Biblia tiene un enfoque doble: por un lado, el análisis del libro particular que se quiere estudiar y por el otro, la relación orgánica que ese libro tiene con el resto de los otros libros de la Biblia.
  3. Aunque los libros de la Biblia se enmarcan en distintas culturas, tiempos, idiomas y autores, es posible organizar una forma global de análisis que nos permita entender su contenido (véase la tabla tipológica sugerida).  Esa forma inicial de organización puede ayudarnos mucho.  Entender, por ejemplo, que los refranes son una tipología textual presente en la Biblia, nos permite aplicar una metodología especial para su interpretación.  Así no caeríamos en el error de querer analizar el libro de Proverbios como lo haríamos con Génesis o con la carta de San Pablo a los Romanos.
  4. La diferencia que se hace entre órdenes discursivos y tipología textual es de sumo valor en la interpretación de la Biblia.[17]  De esta manera podemos diferenciar, por ejemplo, que el libro de Isaías (catalogado bajo Discurso Profético) se inicia con un orden discursivo argumentativo (capítulos 1 al 5) y luego le sigue un orden discursivo narrativo (capítulos 7 y 8).  Estas variaciones la encontramos en casi todos los libros de la Biblia (y en realidad se hayan presente en casi cada texto).[18]  Una comprensión de estos cambios en la forma como el texto desarrolla los distintos órdenes discursivos es de gran ayuda porque le da al lector la posibilidad de adecuar su tipo de análisis al tipo de orden discursivo que se presenta en el libro.
  5. Es importante también reconocer que en un libro podrían haber dos o más tipologías coexistiendo.  Por ejemplo, el libro de Job (catalogado bajo biografía), se inicia como un relato histórico (capítulos 1 y 2) y luego prosigue como composición lírica (capítulos 3 al 42:7-17).  Esto produce cierta dificultad para tipologizar textos como este, pero la distinción es necesaria y muy orientadora.  Así también, encontramos fragmentos poéticos en discursos proféticos y cartas, lo que indica la riqueza literaria de la cual disponían los autores de esta época y las débiles fronteras que a veces dividen los géneros literarios.
  6. Finalmente, es necesario reconocer el gran aporte que la pragmática o gramática del texto le ha dado a la interpretación de la Biblia.  Un punto fuerte de este aporte lo constituye el hecho de considerar el contexto global del libro analizado para determinar lo que enseña un determinado párrafo de dicho libro.  Uno de los errores que se repite con más frecuencia en el estudio de la Biblia es interpretar un pasaje sin tomar en cuenta el contexto donde se encuentra.  Los resultados de este error han sido devastadores para la iglesia tanto en los asuntos doctrinales como en los prácticos.

[1] La narración que hace el apóstol en la sección 1:13-2:4 le sirve como apoyo a su argumento central de que el evangelio no debe ser cambiado porque esto es un desafío directo contra la gracia de Dios (Gal.1:6-9).  Este argumento incluye la explicación de que lo que Pablo está predicando lo ha recibido directamente del Señor, no de medios humanos (1:11-17), que fue el mismo que los apóstoles recibieron (1:18-2:10) y que ni siquiera los mismos apóstoles (el caso de Pedro) pueden actuar de modo diferente a lo que el evangelio establece sin ponerse al margen de la voluntad de Dios (2:11-16).

[2] Debemos, sin embargo, advertir que una tipología textual no tiene por objeto limitar la posibilidad de analizar un determinado texto.  Ninguna tipología puede considerarse ni exhaustiva (abarca todas las posibilidades) ni suficiente (explica todo lo necesario para entender el texto).  Al contrario, las tipologías son simplemente una referencia para iniciar un estudio más profundo del texto.  Ofrece unas referencias iniciales a partir de las cuales el lector debe ampliar su comprensión del texto.

[3] La mayoría de los capítulos del libro de Levítico inician con la expresión: “Habló Jehová a Moisés diciendo…”   En estos capítulos se registran instrucciones que Jehová dio a Moisés de cómo debían realizarse las ofrendas, sacrificios, purificaciones, consagraciones y otros ritos.  Por ello, aunque el libro es una narración, en el fondo describe las ordenanzas que Dios estableció para Israel y por eso predomina la función instructiva y normativa legal. Esto mismo se presenta en menor intensidad en Éxodo y Números.  Deuteronomio tiene la forma de un recuento/testimonio que hace Moisés de cómo Dios ayudó al pueblo y el compromiso que los hebreos hicieron con Jehová, por eso la ley es recapitulada y confirmada en este libro.

[4] Dentro de estos orígenes es legítimo incluir el origen de Israel como nación ya que este parece ser la intención del escritor de Génesis más que solamente ofrecer una historia sobre la creación del universo y la raza humana.

[5] El enfoque de estos libros biográficos no está en la persona misma sino en la forma como tal persona cumple con el plan de Dios.

[6] Cuando se habla de historia editada, se entiende que los escritores no están simplemente contando el relato de lo que pasó sino que han seleccionado y ordenado los eventos con el fin de comunicar una intención a los destinatarios (cf. Jn.20:30-31)

[7] Aquí se podría decir que la función pragmática tiende más  a ser informativa que persuasiva.

[8] En este caso, la función pragmática  tiene más la forma de una persuasión.

[9] Estos órdenes discursivos son apropiados para lograr el objetivo de los refranes: presentar una verdad o principio general que debe ser atendido por todas las personas.

[10] Proverbios pertenece al grupo de literatura denominada sapiencial (por su énfasis en la adquisición de la sabiduría).  El término “proverbio” en hebreo (mashal) tiene la idea de comparación, máxima, dicho o parábola (Diccionario Caribe, p.931).

[11] Entre las excepciones están Prov. 1:1-7; 8-19; 20-33; 2:1-22.  La gran mayoría de versos qque forma el libro de proverbios está organizado en forma de paralelismo antitético (Ej. La blanda respuesta quita la ira, pero la palabra áspera hace subir el furor, Pv.15.1).

[12] La mayoría de los libros llamados profetas menores caen bajo la categoría de discursos proféticos.  Estos libros, por lo general, se inician con una declaración que indica que el texto es una visión que recibió el profeta (Ej. Esta es la profecía que el profeta Habacuc recibió en visión…Hab.1:1 – NVI).  A veces esta expresión introductoria explica algo de la familia del profeta y del tiempo cuando recibió esta visión (Esta es la palabra del Señor, que vino a Sofonías hijo de Cusi, hijo de Guedalías, hijo de marías, hijo de Ezequias, durante el reinado de Josías hijo de Amon, rey de Judá.  Sof.1:1 – NVI)

[13] Por ejemplo en Zacarías capítulo uno se combina la narración con la poesía, de la siguiente manera: poesía (1:2-6), narración (1:7-14a), poesía (1:14b-17); narración (1:18-21).

[14]  Un ejemplo de esto es un libro recientemente publicado que lleva como título: El mensaje oculto de la Biblia que aparentemente señala que la Biblia contiene profetizados numerosos acontecimientos contemporáneos que se descifran a través de complicadas claves numéricas.

[15] Por supuesto que estamos hablando aquí del aspecto literario de la Biblia.  Entendemos que desde el punto de vista del efecto que la Biblia tiene sobre la persona se requiere más que simplemente leer y comprender el texto para que haya en la persona una verdadera transformación.  Pablo nos recuerda que lo espiritual solo puede ser comprendido por una mente espiritual (1Cor.2.14).  Una verdadera transformación en el individuo que se acerca a la Biblia es resultado, por un lado, de la obra del Espíritu Santo en su mente y, por otro lado, de  su disponibilidad a la obediencia (1Ped.1:22)

[16]  Los criterios de canonicidad se refiere a los aspectos que la iglesia toma en cuenta para determinar que un libro debe estar en al Canon Sagrado.  Entre estos criterios se encuentran: Contenido, coherencia con el resto de los libros sagrados, paternidad literaria, uso por el pueblo de Dios, etc.  Es de hacer notar que en este punto no hay acuerdo entre la iglesia católica y la protestante.

[17] Vease la guía sobre Los Ordenes Discursivos, p.

[18] En casi cada texto se puede encontrar una combinación de órdenes discursivos.  Esto es propio de la comunicación: se narra, argumenta, describe, etc. de manera alternada a fin de mantener dinámico el proceso comunicacional y lograr distintos efectos en el destinatario.

El discipulado de Jesús, una educación basada en la relación y la vivencia.

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El discipulado de Jesús, una educación basada en la relación y la vivencia.

Samuel Marcano

 

 

Llama la atención que en el Antiguo Testamento  no se conocía una relación discípulo‑maestro como la que encontramos en el Nuevo Testamento.  En el Antiguo Testamento aquel que enseñaba o entrenaba a otro se relacionaba con él de la forma como lo hacía un padre con un hijo o un siervo con su señor[1].  En cambio, en el Nuevo Testamento el concepto prevaleciente fue el de un maestro transmitiendo información a un alumno; el énfasis estaba mayormente en el contenido   Al parecer, este concepto que vemos en el Nuevo testamento fue desarrollado en el judaísmo tardío (período intertestamentario) al entrar en contacto el judaísmo con la filosofía griega.[2]

El  énfasis de la educación griega era básicamente intelectual a diferencia de la educación judía que hacía  énfasis en la forma de vida.[3]  La desviación hacia el énfasis intelectual que provenía del mundo helénico influyó notablemente en la cultura judía en más de una forma, entre las que podemos mencionar:

  • El establecimiento de la sinagoga como centro educativo.[4]
  • El desarrollo de las distintas escuelas de pensamientos rabínicos.
  • El programa educativo formal para llegar a ser un rabbí.
  • El método de interpretación rabínico.

Por esta razón el texto de estudio, los maestros, los discípulos y las instituciones promovían el conocimiento intelectual como un fin en sí mismo.[5] Jesús  enfatiza en su enseñanza que el conocimiento es importante pero sólo como la base para edificar una vida en obediencia a Dios (Mateo 7:24‑27, la parábola de los dos cimientos).  Para Jesús lo importante no era que sus discípulos memorizaran las cosas que él enseñaba (énfasis intelectual), sino ponerlas en práctica (énfasis vivencial, cf. Juan 13:17).  El que sólo oye las palabras y no las hace, fundamenta su vida en una ilusión (cree que va al reino de los cielos pero está equivocado).[6]   Por lo tanto el verdadero discípulo, si quiere construir su vida sobre la roca firme  debe obedecer las palabras que ha oído del maestro.

En ese sentido, Jesús fue muy claro tanto en enseñar las exigencias como describir las evidencias de aquel que está comprometido realmente con él.

 

  • Las exigencias: ¿Qué exige Jesús de los suyos?

 

Sacrificio: El sacrificio fue una de las exigencias más controversiales de Cristo.  Podemos definir el sacrifico como entregar la vida en obediencia a Dios más allá de nuestro propio bienestar, interés o comodidad.  Jesús  invitó a sus discípulos a vivir una vida de sacrificios no de comodidades (Mateo 8:20). Su propia vida estaba marcada por el sacrificio (Mateo 20:17‑19) y en su enseñanza ponía de manifiesto la excelencia del sacrificio (Juan 12:24ss).  Por ello exigía tomar la cruz como condición para seguirle (Lucas 14:27).

El símbolo de la cruz es particularmente sugestivo.  Los condenados a muerte daban su último paseo (era como una despedida) cargando el madero vertical de la cruz (llamado patibulum).  Ya no tenían agenda para el otro día.  Sus intereses, sueños, anhelos y planes estaban tan muertos como ellos.

Llevar la cruz es morir.  Es morir a nuestras agendas de vidas para dar lugar exclusivamente a la agenda de Jesús.  Pablo lo señaló categóricamente: Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gálatas 2: 20)

 

 

Fidelidad: Cristo exige también de los suyos fidelidad por encima de toda relación humana (Lucas 14:27).  Por eso para  él sus discípulos son sus hermanos y su madre (Mateo 12:46‑50). Toda relación de afecto que pueda implicar algún lazo familiar queda subordinado al afecto por Jesús.[7]  Ningún discípulo puede profesar por nadie mayor fidelidad que por Jesús  (Lucas 14:26).

 

Renuncia: La renuncia a todo lo que uno tiene, anhela o ama es otra condición del discípulo de Cristo.  El joven rico, aparentemente, había cumplido con todo lo establecido por la ley para «heredar la vida eterna» pero no pudo resistir la demanda de Jesús : «Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres».  No quería renunciar y por lo tanto abandonó su búsqueda del reino de los cielos.  Aunque los fariseos podían estar orgullosos de aquel joven, pues había cumplido toda la ley, para Jesús era sólo un pobre hombre rico que difícilmente entraría al reino de los cielos (Lc.18: 24).

Un cuadro que explica estas exigencias en forma resumida sería la siguiente:

 

 

 

LAS EXIGENCIAS DE JESÚS PARA SUS DICIPULOS

EXIGENCIAS

EXPLICACION

SACRIFICIO

 

 

Entregar toda la vida en obediencia a Cristo más allá de mis propios intereses y comodidades.

 

FIDELIDAD

 

 

Amar a Jesús por encima de cualquier otro afecto terrenal.

RENUNCIA

 

Desprenderme de cualquier lazo que pueda significar un estorbo para seguir a Jesús.

 

 

PARA REFLEXIONAR

 

¿Qué implicaciones tiene esto para aquellos que tenemos la responsabilidad de guiar a los creyentes a la obediencia  Cristo?

Es necesario evaluar constantemente qué tipo de sacrifico están haciendo los creyentes por Jesús.

Con la idea de que “Cristo no quiere sacrifico” (sospecho del primero que dijo esto) muchos no están haciendo ningún esfuerzo que implique poner en riesgo su comodidad, tranquilidad o seguridad.  Tal vez están dispuestos a cantar “Un sacrificio vivo” pero se niegan a hacer una visita el domingo en la tarde porque es el día del Señor y hay que descansar al máximo.  Pedro también se jactó de estar dispuesto a dar su vida por Jesús pero en el momento de la verdad lo negó (Marcos 14:68).

Debemos como maestros y mentores cristianos, estimular a los creyentes a ver el sacrificio personal como uno de los principales requerimientos que hace Jesús a los que quieren seguirlo.

 

Es necesario que animemos a los creyentes a amar a Jesús por encima de todas las cosas.

Muchas cosas podrían ocupar en el corazón de un creyente el lugar que debe corresponderle a Cristo: estudio, trabajo, familia, profesión, novio (a) o cónyuge.  Note que estos elementos mencionados no son malos, al contrario, son buenos y muy necesarios.  Pero precisamente eso es lo que los hace peligrosos.  Poco a poco se apoderan de nosotros hasta que estamos dispuestos a hacer cualquier cosa por retenerlos y es allí donde comienza la infidelidad espiritual.  Nos copiamos en un examen por aprobar una materia, mentimos al jefe para conservar el trabajo, gritamos a nuestra esposa para conservar nuestra autoridad, nuestra mano se extiende más allá de los permitido en el cuerpo de nuestra novia (o) para experimentar el placer prohibido, ¿y dónde está Jesús?, ¿y dónde están sus enseñanzas?, ¿dónde sus mandamientos?  Justo en ese momento hemos sido infieles al que por nosotros entregó su vida.

Como maestros y mentores necesitamos enseñar de mil maneras a los creyentes el valor de ser fieles a Cristo en todo momento de nuestra vida.

 

Es necesario enseñar a los creyentes que ninguna cosa debe ser estimada tanto que no estemos dispuestos a renunciar a ella por Cristo.

Llama la atención la cantidad de personajes bíblicos que prefirieron aferrarse a algo antes que creerle a Dios.  Adán se aferró al fruto del bien y el mal, el pueblo de Israel al becerro de oro, Sansón a Dalila, Saúl a su corona;  en fin, prefirieron hacer caso a su propio instinto de conservación (más bien de destrucción) que a la promesa subjetiva de un Dios distante e invisible, según ellos.

Hay un refrán que dice: “Mejor es pájaro en mano que cien volando”  Así piensan muchos hoy: “Mejor es trabajar más duro para ganar suficiente dinero no importa que no tenga tiempo para ir con la familia ni siquiera un día a la iglesia”; “mejor es conservar la amistad de ese hombre influyente aunque tenga que reírme de sus chistes obscenos”.  ¿Qué tan lejos estamos dispuestos a llegar por tener un pájaro en la mano cuando hay miles prometidos en el reino de nuestro Padre celestial?

No debemos cansarnos de enseñar estos valores a los creyentes para que sus vidas sigan el ejemplo de Jesús.

 


[1] Note la relación de Moisés con Josué (Ex.24:13; Num.11:28) y  Elí con Samuel (1Sam.3:6)

[2] Coenen, Ob.cit

[3] Para los griegos el término aprender (MANTHANO) tiene mucho que ver con el aprendizaje teórico (Heráclito y Protágora).  Aún cuando filósofos destacados como Sócrates y Platón señalaron la necesidad de que el aprendizaje influyera en la forma de conducta (incluso Sócrates se negó a recibir pago alguno para no ser confundido con un maestro asalariado y ejemplificar el desprendimiento material), sin embargo, el concepto de aprendizaje llegó a evolucionar al significado de proceso teórico del pensamiento.  No se pudo deslastrar del  énfasis intelectual.  Al contrario, el término aprender en la LXX (y su equivalente hebreo LAMAD) enfatizan poner en práctica el temor a Dios (Dt.4:10; 14:23; 17:19) y la obediencia a la ley (Dt.30:14) como evidencias de un verdadero aprendizaje (vea Coenen, Ob. Cit).

[4]  Hagg y otros. Ob.cit., p.1866.

[5] Claro que había preocupación por el cumplimiento de la ley.  No obstante esta preocupación sólo se hacía gravitar sobre los hombros del pueblo (Mt.23:4) reservando para los escribas y fariseos el prestigio de ser los maestros pero no los ejecutores de la ley (cf. vv.5‑7).  J.Jeremías (1985) señala que «el  único factor de poder de los escribas estribaba sólo en el saber» (p.251).

[6] Note que la parábola de los dos cimientos de Mateo 7:24-27 está en el contexto de las dificultades para entrar al reino de los cielos.  Las dificultades que se presentan son: lo estrecho del camino (13‑14), los falsos profetas que engañan a los crédulos (15‑20), el engañarse a uno mismo (21‑23) y la aceptación meramente teórica o intelectual de las enseñanzas de Jesús  (24‑27).

[7] Este concepto era especialmente desafiante en el contexto cultural de los judíos, para quienes los lazos familiares tenían un profundo sentido.

Cómo los discipulos aprendieron de Jesús

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Cómo los discípulos aprendieron de Jesús.

Samuel Marcano

El proceso de aprendizaje que acompañó a la comunidad de discípulos fue muy variado.  Los discípulos aprendían del maestro a través de:

  • Su doctrina:

El término doctrina sencillamente indica el contenido de aquello que es  enseñado.[1]  El uso de esta palabra no tenía la connotación de verdades dogmáticas que se transferían de una generación a otra.  Cuando ese era el caso se empleaba el vocablo PARADOSIS, que si tenía más el sentido de tradición o conocimiento transmitido de una generación a otra (cf. Mateo 15:2; Marcos 7:13).[2]

¿Qué enseñó Jesús?, ¿Cuál fue su doctrina?  Trenchard (1974)  nos ofrece un excelente resumen de las principales enseñanzas de Jesús  donde destaca, entre otros temas: Dios el Padre, la trinidad, los hombres ante Dios, el amor, el Espíritu Santo, la salvación, el reino de los cielos, la vida de los fieles, aspectos  éticos, las cosas que vendrían.    Su enseñanza fue completa y se puede decir que contenía en germen todo lo que después desarrollaron los apóstoles en sus enseñanzas.

  • Sus obras

Jesús  enseñaba por palabras y también por sus obras y ambas eran elocuentes (vea  Juan 10:38).  Los discípulos presenciaron las veces que Jesús puso en práctica a través de las obras los poderes del reino de los cielos (Mateo 9:18‑26; 14:13‑21).  Sin duda alguna que estas experiencias les enseñaron mucho ya que Jesús no sólo les habló del amor sino que amó (Mateo 12: 9-14); no sólo les explicó el significado del perdón sino que perdonó (Juan 8: 1-11)

Estas acciones algún día serían repetidas por sus discípulos.  En efecto, Cristo les prometió que ellos harían las mismas obras que hizo Jesús  y las superarían en intensidad (número y alcance).[3]   En ese sentido las obras de Jesús  no solo eran un respaldo de sus enseñanzas sino que también constituyeron el marco de referencia para el posterior desarrollo del ministerio apostólico (Hechos 2:1‑4, 41; 3:1‑9; 9:36‑43; 12:1‑11; etc.)

  • Sus actitudes.

Los discípulos fueron altamente impresionados con las actitudes que asumió Jesús  durante su ministerio.  De hecho, mucho de las doctrinas y acciones milagrosas de Jesús  no fueron comprendidas ni imitadas inmediatamente, sino en un tiempo posterior.  Sin embargo, las actitudes de Jesús causaron un efecto inmediato en la vida de los doce.

Los discípulos, en ocasiones, se interpusieron entre Jesús  y la gente necesitada, pero el maestro les demostró cuan importante eran estas personas para  él.  Tal es el caso de la mujer cananea y los niños que se intentaron acercar al maestro (cf. Mateo 15:23; 19:13).  En ambos relatos Jesús  aplica magistralmente el concepto de amor y ternura.

En otra ocasión, Jesús  aplicó el concepto de servicio al lavar los pies de los discípulos (cf. Juan 13:1‑20).  Tal lección fue muy dura para algunos de ellos (cf. v.8) pero también muy efectiva.

Podríamos pensar que la doctrina, obras y actitudes de Jesús fueron totalmente asimiladas por los discípulos, pero no fue así.  Ellos mostraron, como era natural, resistencia a la comprensión y aplicación de las verdades enseñadas por su maestro.  Había una constante lucha para comprender y vivir el reto que su maestro colocaba en cada enseñanza.  Esta lucha se evidenciaba en:

a‑ Dificultades para experimentar una fe genuina (Mateo 8:23‑27) [4]

b‑ Resistencia a un verdadero compromiso (Mateo 8:25‑26)

c‑ Ignorancia de la verdadera misión de Jesús  (Mateo 16:22).

d‑ Luchas internas por la prominencia en el grupo (Mateo 20:20‑28).

Lo anterior simplemente nos muestra que las enseñanzas de Jesús  fueron recibidas por hombres que experimentaron grandes conflictos al tratar de comprender y aplicar tales enseñanzas, pero el maestro fue paciente y constante en su empeño por enseñarles.  La verdad de Dios invita a los hombres a sustituir sus antiguas convicciones y actitudes por las del reino de los cielos, pero tal proceso es bastante costoso y como maestros necesitamos recordar que la paciencia es una virtud vital para llevar a los creyentes al profundo convencimiento de estas verdades.

Un cuadro que puede resumir lo anteriormente dicho sería el siguiente:

LOS DISCÍPULOS DE JESÚS APRENDIERON A TRAVÉS DE SU:

DOCTRINA

El discípulo de Jesús debe conocer las verdades fundamentales de la vida cristiana.

ACTITUDES

El discípulo de Jesús debe desarrollar un carácter cristiano auténtico tal y como Cristo lo hizo.

OBRAS

El discípulo de Jesús debe ministrar la vida de los demás poniendo en práctica las capacidades que Dios le ha dado.

PARA REFLEXIONAR

Nuestra tarea como docentes cristianos debe considerar seriamente estas necesidades de aquellos que están en el proceso discipular.  El discípulo de Jesús debe crecer en conocimiento, carácter y ministerio en forma armónica y constante.  ¿Cómo debemos ayudar a los creyentes a lograr estos tres objetivos que rigen la vida de un discípulo de Cristo?

Es necesario que ayudemos a los creyentes a desarrollar un conocimiento apropiado de las doctrinas esenciales de la fe cristiana.

¿Cómo podemos hacer eso? Animando a cada creyente a ser un estudioso diligente de la Escritura, de lo cual nosotros deberíamos ser ejemplos.

Algunos tal vez piensan que el estudio de la Biblia es un esfuerzo cognoscitivo poco provechoso y poco deseable.  Asocian esa experiencia a las traumáticas asignaciones escolares que no quisieran volver a vivir.  Pero lejos de eso, el estudio diligente y apropiado de la Biblia es una bendición y la mejor forma de conocer las verdades fundamentales de la fe cristiana.  Temas como la fe, la salvación, la gracia de Dios, el pecado y la vida eterna sólo puede ser estudiados en la Biblia.

Cristo se esforzó por enseñar aquello que era apropiado y suficiente para sus discípulos en aquel momento.  Pero uso al Espíritu Santo para revelar lo que faltaba, siempre con el enfoque que sus discípulos conocieran las verdades eternas del reino de los cielos.  Por lo tanto, no hay ninguna excusa que justifique la negligencia de algunos en no querer estudiar con ánimo y esfuerzo la Biblia, especialmente si es maestro.

Es necesario que ayudemos a los creyentes a desarrollar actitudes que reflejen el carácter de Cristo.

Las actitudes son los rasgos externos de nuestro carácter.  Cristo fue muy cuidadoso en exponer sus actitudes ante los discípulos a fin de que ellos imitaran su carácter (Mateo 11:29).  ¿Qué actitudes los creyentes están viendo y aprendiendo de mi?  Un maestro enseñaba a sus alumnos de 11 años en la Escuela Dominical y les decía: ¿Por qué creen que cuando la gente me ve pasar dice: ¡allí van un creyente!  Un niño que estaba sentado de último le dijo a su compañero al oído: Es porque no saben como es él;  ¡yo soy su vecino y no diría lo mismo!

Nuestras actitudes deben ser no sólo visibles ante nuestro alumnos sino aleccionadoras al punto que ellos aprendan a ser como Cristo por imitarnos a nosotros.  ¡Ese es el reto!

Es necesario que  ayudemos a los creyentes a desarrollar ministerios a través de los cuales sirvan a otros y ayuden al crecimiento del cuerpo de Cristo.

El conocimiento es una base pero no lo es todo.  La actitud es necesaria pero ella sólo adorna la vida.  Son las obras o acciones ministeriales las que finalmente ponen pie al conocimiento y manos a las actitudes.  Como maestros cristianos hacemos bien en considerar este equilibrado balance que mantenía Jesús entre  la enseñanza de contenidos doctrinales y los valores encarnados en su propia vida.  Un maestro no enseña sólo la Escritura también se esfuerza porque sus acciones y actitudes se correspondan con lo que la Biblia dice.  Esto fue lo que cuestionó Cristo de los Fariseos cuando dijo:  Así que, todo lo que os digan hacedlo y guardadlo; pero no hagáis según sus obras, porque ellos dicen y no hacen (Mateo 23: 3).


[1] En los evangelios el término doctrina (DIDAJEI) se refiere al conocimiento que es impartido (vea  Bauers, Ob. cit.,p.192).  En ese sentido es sinónimo de instrucción.

[2] Vea Tamez: 1978: 131

[3] La expresión mayores hará puede incluir la idea de que los discípulos superarían la cantidad de milagros que hizo Jesús  y abarcarían no sólo a los judíos (marco donde Cristo desarrolló su ministerio), sino también los gentiles.  La misma expresión implica cierta idea de algo sorprendente o fuera de lo común (vea  Bauer, Ob. cit.) que tal vez se refiere al hecho no revelado aun de que el evangelio alcanzaría a los gentiles también (cf. Hendriksen: 1981)

[4] Obsérvese que en el relato anterior de Mateo 8:5‑13 hay una significativa lección de fe (v.10).

Los doce como comunidad discipluar

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LOS DOCE COMO COMUNIDAD DISCIPULAR

Samuel Marcano

En el estudio del ministerio docente de Jesús es necesario considerar también a los discípulos como comunidad de aprendices.    Ellos conformaron el núcleo de los primeros seguidores de Cristo y en ese sentido son para nosotros un ejemplo de lo que Cristo espera de todo aquel que quiera ser su discípulo.  Resaltaremos algunas características que ellos mostraron y revisaremos las implicaciones que esto puede tener en nuestras propias vidas como seguidores contemporáneos de Jesús.

 

Los discípulos fueron llamados por Jesús.

En los evangelios se menciona el hecho de que Jesús  se hizo rodear de doce discípulos en una relación muy especial.  El término discípulo se usa en el Nuevo Testamento para indicar una relación de adhesión completa a otro mediante el seguimiento (Coenen, 1981).

Jesús  fue rodeado por muchas personas que comenzaron a seguirle como maestro.  De este grupo, seleccionó a doce (Lucas 6:13).[1]   En el tiempo de Jesús, por lo general, los discípulos buscaban al maestro con el cual querían estar (vea Mateo 8: 19).  En este caso, Cristo es quien elige, quien llama.  Ser discípulo de Cristo no era cuestión de escoger a Cristo, sino de ser escogido por El.

Recordamos el relato cuando Jesús pasó cerca del lugar donde se recaudaban los impuestos y le dijo al empleado que atendía la oficina: ¡Sígueme! Y al instante el hombre le siguió (Mateo 9:9).  ¿Se imagina eso ocurriendo el día de hoy?  Entra alguien en un banco y desafiando la larga cola le grita al cajero desde lejos: deja ese trabajo y ven conmigo.   Así ocurrió con todos los que Jesús llamó para ser sus discípulos.  Fue un llamado urgente, prioritario, casi desesperado (Isaías 6:8).

El llama porque hay una misión que cumplir.  Por esta razón el discípulo que es llamado viene a ser en ese mismo momento un apóstol (enviado con una misión especial).

En el relato de Marcos 3:13-15 se nos presentan las razones por las cuales Jesús  llamó a los doce discípulos:

 

  • Para estar con  él (comunión con el maestro).

             De esta relación especial con el maestro se nutrirían los discípulos.  Compartían la vida y literalmente pasaban todo el tiempo juntos como una familia.  Willianson (¿¿¿) señala que: “Jesús se ocupaba de que sus discípulos aprendieran estando con él y observando lo que él decía y hacía.  Ellos vivían con él y viajaban con él.  Era una relación de compromiso”. [2]

La base del discipulado es precisamente nuestra relación con Jesús.  Por eso la comunión íntima con Cristo se constituye para todo cristiano en su primera responsabilidad.  Recordemos la amonestación del maestro: “Apartados de mí nada podéis hacer” (Juan 15: 5).

Cuan apropiadas aquí son las palabras del compositor:

 

A solas al huerto yo voy

cuando duerme aun la floresta;

Y en quietud y paz con Jesús estoy

oyendo absorto allí su voz.

El conmigo está, puedo oir su voz

Y que suyo dice seré

Y el encanto que hallo en él allí

con nadie tener podré.[3]

 

  • Para que predicaran el evangelio (proclamación).

Otra razón por la cual Jesús llamó a sus discípulos fue para que predicaran  el evangelio.  La predicación del evangelio consistía básicamente en anunciar la llegada del reino de Dios y su ungido (El Mesías) como cumplimiento de la promesa hecha por Dios a Israel ( Lucas 4: 14-21).

Este anuncio fue dado en primer lugar a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mateo 10: 6) pero después de la resurrección, se convirtió en un mensaje de naturaleza universal dirigido a todas las naciones (Mateo 28: 19-20).  Los discípulos de Jesús no sólo deben seguirlo, sino también ser auténticos voceros de su evangelio.  Por eso ser llamados por Jesús es un llamado a ser también sus mensajeros.

 

  • Para que restauraran al hombre perdido (restauración).

            El hombre sin Dios es como un enfermo acosado de un mal mortal, necesita de terapia intensiva.  Jesús describe la tarea de los discípulos como esa terapia espiritual que incluye la restauración física (sanar enfermedades) y espiritual (echar fuera demonios).  Esta labor coincide con la tarea misma del maestro, profetizada en Isaías 61: 1-2.

El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová…

 

El discípulo de Jesús es llamado para restaurar integralmente al hombre sin Dios, lo cual incluye todas las dimensiones de su vida que han sido afectadas por el pecado: cuerpo, emociones, pensamientos, decisiones, etc.

En resumen, Jesús llamó a sus discípulos con un triple propósito que ellos cumplieron cabalmente.  Un cuadro que nos permite repasar este concepto sería el siguiente:

Los doce fueron llamados por Jesús para…

 

 

Estar con el Un discípulo es uno que cultiva ante todo una íntima comunión con Jesús.
Predicar el evangelio Un discípulo es uno que  proclama el evangelio como vocero auténtico del reino de Dios

 

Restaurar al hombre perdido Un discípulo es uno que muestra sensibilidad ante la condición deplorable del hombre sin Dios y se compromete en su restauración integral.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PARA REFLEXIONAR

 

Por supuesto que estas consideraciones tienen serias implicaciones para nosotros hoy en día.  Jesús no espera de nosotros menos de lo que esperó de sus primeros discípulos.  Nosotros como ellos, también fuimos llamados por Jesús para cumplir con estos tres propósitos.  Entonces, hay preguntas que debemos hacernos al respecto:

¿Cómo sé que estoy cultivando una íntima comunión con mi maestro Jesús? 

Jesús, para algunos creyentes, es sólo un personaje histórico.  Se relacionan con él como se relacionan con cualquier otra figura conocida de la historia: a través de la simple información de los libros.  Sabemos que encarnó, vivió, murió y resucitó para ir a morar con el Padre celestial.  Conocemos de él por los registros históricos de los evangelios y por uno que otro libro sobre su vida.  Pero hasta allí llega nuestro conocimiento de quién es Jesús.

Eso no es lo que Cristo tenía en mente cuando dijo:

He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo (Apocalipsis 3:20)

Jesús quiere cenar con el hombre.  Es bien sabido que entre los orientales la cena era la comida donde se desarrollaba la mayor comunión, como señala Barclay (1975): “No se trataba de una comida rápida, al paso, sino de un momento de íntima fraternidad con él, sin apuros ni interrupciones” (p. 175).

La idea de este pasaje es que Jesús anhela entrar en una relación de íntima comunión con aquellos que responden a su llamado.[4]  El quiere relacionarse con nosotros como la persona que es, con sus sentimientos, pensamientos y convicciones.

Jesús es una persona real que vive hoy.  Tan real como los amigos y parientes que a diario tratamos.  Nuestro trato con él entonces debe ser un trato vivencial.  Le damos los buenos días, alguien debe sorprendernos hablando solos (estamos realmente hablando con él), nuestra mirada busca su aprobación cuando vamos a tomar decisiones, le sonreímos en complicidad cuando sentimos su ayuda para superar una tentación, ¡él esta realmente allí!

Algunos grupos religiosos han elaborado refinadas imágenes de Jesús para ayudar a los fieles a llenar ese vacío que deja su invisibilidad.  No es necesario.  Cristo es nuestro amigo invisible.

El impacto de Jesús en un discípulo se nota en la forma cómo este cambia su vida a la imagen de su maestro.  El discípulo que ve a Jesús como una persona real siente su dirección cada día y somete todo lo que hace a la sabia dirección del maestro.  Un discípulo de Jesús podría contar ahora mismo los cambios que ha hecho la semana pasada a causa de lo que su maestro le enseñó.  Jesús no es papel y tinta;  es alguien, que desea relacionarse de una forma vivencial contigo.

¿Cómo presento a Jesús a aquellos que no lo conocen?

Generalmente, cuando invitamos a un creyente a evangelizar, la primera pregunta que surge casi instantáneamente es: ¿qué tipo de literatura evangelística se va a utilizar?  Muy pocos  piensan que van a hablar de un amigo real, con el cual han desarrollado una íntima comunión.

No se está menospreciando la literatura evangelística.  De hecho es una herramienta poderosa para alcanzar a los no creyentes.  El peligro en todo caso, es depender excesivamente de tal literatura, al punto de no poder presentar el evangelio a nadie si no tengo en mis manos un folleto o un tratado.  Nunca debemos olvidar que de quien estamos hablando es de nada mas y nada menos de Aquel que dejó todos sus privilegios por venir a ayudarme, que ha perdonado todos mis pecados, que soportó enormes sufrimiento por amor a mi, que entregó su vida en una cruz por darme la oportunidad de reconciliarme con Dios y que en este momento es mi mejor amigo y ruega a Dios por mi todos los días para que me mantenga fiel a él.  ¿Será que yo tengo algo que decir de ese amigo tan especial?

Cuando presentamos a Cristo de esa manera y con esa emoción genuina, propia de aquellos que le aman; entonces aquellos que nos escuchan pueden comprender porque nos llamamos cristianos: seguidores de Cristo, y entonces podrán abrir sus corazones con la misma convicción con la que nosotros le presentamos a nuestro mejor amigo.  Presentar a Cristo no es sólo presentar dos o tres declaraciones bíblicas, es presentar a una persona real que por puro amor nos dio el más grande regalo que hombre alguno puede recibir: la vida eterna.

 

¿Qué estoy haciendo para restaurar integralmente al hombre sin Dios?

Jesús mostró compasión por las multitudes porque las vio como ovejas sin pastor (Mateo 9:36).  Antes de sentir compasión, Jesús hizo un recorrido por las aldeas y empezó a ver y oír las voces desesperadas de un pueblo triste, enfermo, atado a poderes malignos y encima de esto, agobiado por regulaciones inútiles impuestas  por lideres religiosos hipócritas.  La mano de Jesús se posó con ternura sobre muchos de ellos y enseguida fueron liberados de todas su angustias.

Allí estaba el restaurador de emociones, el libertador de las opresiones satánicas,  el único camino para ir al cielo.  Después se detuvo a contemplar las multitudes.  Vio con detenimiento los rostros de todas esas personas desesperadas y su corazón se conmovió con fuerza.  ¡Lo que esta gente necesita es alguien que les guíe hacia la verdadera libertad espiritual!  Entonces se dirige a sus discípulos y les dice: Hay mucha gente necesitada que están listas para responder al evangelio.  Sus corazones piden a gritos consuelo y paz.  Rueguen al Señor que envíe suficientes hombres y mujeres con un corazón compasivo que les puedan ayudar a encontrar el verdadero camino para ser felices.

Las cosas no han cambiado mucho desde entonces.  Multitudes caminan por la vida desorientadas, angustiadas, atadas a poderes malignos y agobiadas por las exigencias de una vida legalista.  Siguen esperando a los obreros de la mies.  Nos siguen esperando a nosotros.  Por ello es necesario que mostremos genuina compasión por ellos.  Que veamos la urgencia de sus necesidades y el desespero de sus gritos silenciosos.  A menos que alguien vaya y les pueda decir cómo poner fin a sus angustias morirán con ellas y después será peor porque les esperará un destino de eterna perdición,  separados de Dios y sufriendo por el resto de las edades.

Necesitamos,  sin  duda alguna, ver a las personas como Jesús las mira.  Contagiarnos de su compasión por el hombre perdido y asumir con diligencia la tarea de ayudarle a ser restaurado por el poder transformador del evangelio.  La mies espera y nosotros somos los obreros.  Es cuestión de obediencia y de compasión.


[1] Nótese que el relato de Lucas acerca del llamamiento de los doce, señala que Jesús llamó a todos sus discípulos y de ellos escogió a doce (Lucas 6:13)

[2] Willianson, Pedro (1988).  ¿Qué era discipular en el tiempo de Jesús? – Apuntes Pastorales,  Volumen VI, No.2, p.7

[3] Alianza Cristiana Misionera, 1967, himno 124.

[4] Morris (1977) y Carballosa (1997).

Jesús, un rabbí singular

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Jesús, un rabbí singular

Samuel Marcano

El ministerio docente de Jesús fue sin duda alguna distintivo.  Esta precisamente fue su principal desafío a la dirigencia docente de su tiempo.  El pueblo reconoció en él no solamente a uno que podía enseñar, lo que también hacían los escribas y fariseos, sino que podía hacerlo de una manera totalmente diferente a ellos.

Dentro de las particularidades del ministerio docente de Jesús encontramos las siguientes:

 

  • Autoridad.

Jesús fue percibido por sus oyentes como un maestro que tenía autoridad (Mateo 7:29).  A diferencia de la idea del maestro autoritario e impositivo, el término autoridad sugiere en este pasaje una capacidad especial para hacer algo, es decir, una habilidad extraordinaria (Arndt y Gingrich, 1979).[1]  ¿Cuál era esa habilidad que Jesús mostró y que tanto impactó a su audiencia? Jesús era un maestro hábil en el manejo y aplicación de las Escrituras como ningún otro.

El contexto de Mateo 7: 29 es la enseñanza comúnmente llamada «El sermón del Monte», que comprende los capítulos cinco al siete de Mateo.  Allí Jesús explica el verdadero sentido de las Escrituras y las aplica de una forma práctica y directa:

Oísteis que fue dicho…más yo os digo

Esa habilidad especial o autoridad para exponer la Escritura provenía de la relación espiritual entre Jesús y su Padre: Lo que el Padre celestial le comunicaba, eso Jesús enseñaba (Juan 15: 15).  La autoridad de Jesús es contrastada en este pasaje con el tipo de enseñanza de los escribas  quienes tenían la “autoridad oficial” y la preparación adecuada para instruir a los judíos.[2]  Es muy posible, como afirman Arndt y Gingrich (Ob.cit), que esta autoridad tenía que ver con la percepción que tenían algunos judíos que Jesús realmente venía de Dios como maestro (Juan 3:2).

 

  • Poder. 

La enseñanza de Jesús iba acompañada de un despliegue único de poder.  En una ocasión, mientras enseñaba en la sinagoga sanó a un hombre endemoniado (Lucas 4:31).  En otra ocasión, también en una sinagoga, sanó a un hombre que tenía una mano seca (Lucas 6:6) y posteriormente a una mujer que tenía dieciocho años encorvada (Lucas13:10ss)

Curiosamente la sinagoga era el centro educativo de los judíos en la época de Jesús.  Los escribas y fariseos enseñaban allí del amor y el poder de Dios pero no se sabe de ningún caso donde los escribas sanaron a alguien para demostrar ese poder del cual tanto hablaron.

Sin duda que en las sinagogas estaban personas endemoniadas, afligidas y enfermas de diversos males que asistían sábado tras sábado para escuchar las excelentes explicaciones de los doctores de la ley.  Pero fue hasta que llegó este sencillo carpintero sin formación académica de Nazareth que ellos pudieron encontrar alivio a sus males.  Si Jesús no hubiese estado allí, nunca hubieran sido restaurados.

Por supuesto que todo esto causaba admiración en unos y envidia en otros.  Jesús mostró que su enseñanza no se limitaba a las palabras, sino que había un «obrar milagroso» que mostraba o ratificaba el poder de aquellas palabras para convencimiento de los que oían y veían tales señales (véase. Lucas 4:36‑37).

 

  • Sabiduría. 

Una particularidad notable en la personalidad de Jesús como maestro era su sabiduría e inteligencia.  Esta particularidad fue evidenciada desde niño (Lucas 2:46), lo que trajo asombro a todos lo que lo oían (Lucas 2: 47).  Cuando Jesús comenzó a desarrollar su ministerio a algunos se les hizo difícil entender como él había adquirido tales conocimientos pues ellos le conocían desde pequeño (Mateo 13:54).  La razón de esta sorpresa era que Jesús no había estudiado formalmente para ser un doctor de la ley.

La educación formal de los escribas comenzaba desde muy pequeños (Jeremías, 1985).  Después de un riguroso estudio que enfatizaba la exégesis de la Torá, el alumno graduaba de «doctor no ordenado» (Talmid hakam); pero sólo a los 40 años, podía ser ordenado (semikah) y formar parte del equipo de escribas con plenos derechos (hakam).  Desde ese momento el escriba quedaba facultado para decidir por sí mismo asuntos judiciales o religiosos y podía servir como juez en procesos criminales y civiles, era un intérprete y ejecutor de la ley.  Jesús carecía de toda esta formación académica y por ello el pueblo se admiraba de la forma en la cual interpretaba y aplicaba las Escrituras sin haber estudiado nunca como hacerlo (Juan 7:15).

 

  • Legitimidad.

Cristo reclamó para sí el derecho de hablar la única y verdadera doctrina divina.  Su enseñanza no era la interpretación de lo que había dicho un determinado maestro de su  época, como era la costumbre de los fariseos, sino que provenía del mismo Dios (Juan 7:16).  Esta legitimidad de la enseñanza de Jesús se contrastaba con la de los escribas, que él comparó con levadura por ser deformantes y corrompida (Mateo 16:12)  El error de los fariseos era que enseñaban doctrinas de hombres (interpretaciones apegadas más a una escuela de pensamiento que a la propia Escritura) como verdadera doctrina (Mateo 15:9).  Jesús, por el contrario, sólo hablaba lo que había recibido del Padre (Juan 12:49; 14:10) y por lo tanto su enseñanza era absoluta y definitiva para la restauración del hombre perdido (Juan 12:44‑50).

Al respecto comenta Hendriksen (1986): “Ellos (los fariseos) estaban constantemente tomando enseñanzas de fuentes falibles, citando un escriba a otro.  Ellos estaban tratando de sacar aguas de cisternas rotas.  El sacaba de sí mismo, siendo él la fuente de aguas vivas (Jeremías 2: 13)” (p.400).

 

  • Riesgo.

Otro elemento que caracterizó la labor docente de Jesús fue el riesgo.  Jesús arriesgó algo que los maestros de su tiempo valoraban mucho: el prestigio y la popularidad. Cuando fue necesario y con el propósito de ayudar a aquellos que habían sido relegados de la sociedad, quebrantó las reglas impuestas por los maestros  de su época.  Algunos ejemplos que muestran esta actitud arriesgada del maestro fueron:

1.  Hablar con una mujer en público (Juan 4)

2.  Sanar en el día de reposo (Mateo 12:9‑14)

3.  Comer con pecadores y publicanos (Mateo 9:11)

4.  Acercarse y tocar a leprosos (Mateo 8:2)

5.  Ser tocado por una mujer con flujo de sangre (Mateo 9:20)

 

El maestro o líder judío tenía prohibido todas estas cosas.  Estas prohibiciones provenían de las distinciones entre puros e impuros (por ejemplo el leproso y la mujer con flujo), pecadores y cumplidores de la ley (publicanos, rameras, etc.), mujeres y hombres (la mujer en el pozo) y toda una serie de clasificaciones deshumanizantes que llegaron a ser un estorbo más que una ayuda para los maestros de Israel.  Jesús  corrió con el riesgo de «desobedecer» estos preceptos humanos con tal de que prevaleciera la verdadera enseñanza divina.

De nuevo mostraremos un cuadro que resume las cualidades particulares de Jesús como maestro y sus implicaciones para nosotros hoy:

 

 

CUALIDAD

SIGNIFICADO

IMPLICACIONES

Autoridad Tenía un manejo exacto de la Escritura que provenía directamente de Dios La eficacia e impacto de la enseñanza cristiana depende directamente de nuestra comunión con Dios y el estudio diligente de Su Palabra.
Poder Respaldaba sus enseñanzas con demostraciones del poder de Dios para sanar, restaurar, liberar y perdonar.  La enseñanza y la actuación iban juntos. La enseñanza cristiana no debe quedarse sólo en lo doctrinal o teórico; es necesario que actuemos juntamente con lo que enseñamos y confiar que Dios respaldará nuestra acción.
Sabiduría Su enseñaba no provenía del estudio formal de la ley sino que se sustentaba directamente en la revelación divina. No es nuestra capacidad intelectual o nuestros estudios formales lo que sustenta nuestro ministerio docente sino el poder y la gracia de Dios.
Legitimidad Su doctrina no provenía de algún otro maestro o escuela de su época.  Era doctrina verdadera porque provenía de Dios y por lo tanto podía restaurar plenamente al hombre a la comunión con su Creador. Es necesario que sustentemos nuestra enseñanza en la Escritura y no en corrientes doctrinales, experiencias vividas o la tradición de algún grupo denominacional.
Riesgo Desafiaba las reglas y costumbres de su tiempo cuando estas ponían en peligro el cumplimiento de su misión. Si algún patrón o conveniencia humana nos impide ministrar la vida de nuestros alumnos, por obediencia a Dios y amor a ellos, debemos estar dispuestos a quebrantarlos sin contaminarnos  con el pecado.

 

 

 

Una manera de evaluar cuanto estamos dispuestos a desarrollar las cualidades que hicieron de Jesús un maestro singular, sería preguntándonos:

 

¿Cómo es la calidad de comunión que tengo con Dios y Su palabra?  Mi ministerio como maestro se fundamenta en la revelación divina.  Esta revelación, lejos de ser una experiencia mística es un andar diario y enriquecedor con Dios.  El maestro cristiano debe nutrirse directamente de la fuente suprema que es Dios.  Esta nutrición sólo es posible a través de la comunión íntima con el Señor en oración (vida devocional) y en el estudio serio, responsable y diligente de la Escritura. Pero se requiere disciplina de parte nuestra para desarrollar ese tipo de comunión que agrada a Dios.  Oraciones desganadas, devocionales acelerados, estudios superficiales y lecciones improvisadas son a veces las características de algunos maestros.  Es como ir a cobrar un cheque que no tiene fondo.  Usted está ministrando la vida de sus alumnos pero no tiene el respaldo de Dios porque sencillamente no ha estado con él ni con Su palabra.

 

¿Cuántas veces las enseñanzas que he dado han sido respaldadas por manifestaciones especificas del poder de Dios?  No es igual enseñar sobre la sanidad  que ir a visitar a un alumno al hospital y orar por él con el anhelo que Dios lo levante de su cama.  No es igual enseñar sobre la fe  que rogar intensamente para que el Señor provea un nuevo empleo a un alumno desempleado.

Nuestras enseñanzas suenan bien y no nos comprometen hasta el momento en que los alumnos nos retan con sus necesidades a comprobar el poder de Dios en sus vidas.  Siempre es más fácil hablar que actuar.  La teoría en la sinagoga es correcta hasta que aparece un hombre  con la mano seca.  Sin embargo, necesitamos recordar que Dios quiere actuar con poder a través de nosotros.  Necesitamos creer esto.

Dios se ha comprometido a respaldar nuestras acciones siempre que estas vayan de acuerdo a Su voluntad (1Juan 5: 14).  Recuerdo el testimonio de un creyente que daba gracias a Dios porque una vieja dolencia fue sanada gracias al apoyo en oración que  su grupo de estudio bíblico le brindó.  No sólo estudiaban juntos la Biblia, oraban unos por otros y el Señor manifestaba su poder en medio de ellos.   El poder de Dios nos ha sido otorgado cuando recibimos al Espíritu Santo y está listo para fluir cuando actuemos en nombre de Dios para glorificar su nombre y en consonancia con Su voluntad.

 

¿Hemos alimentado alguna vez la idea de que nuestro ministerio docente depende del conocimiento o experiencia que tenemos?   Hay maestros que después de una enseñanza les embarga un sentimiento peligroso de suficiencia.  Se felicitan a sí mismos por la manera como condujeron al grupo, por la forma como expusieron los conceptos, por el manejo de la Escritura y especialmente porque respondieron a todas las preguntas que los alumnos formularon.  Esa pequeña sensación de ¡que buen maestro soy! es sumamente peligrosa.  Empieza pequeña, casi imperceptible hasta que se apodera de todo nuestro ser y de repente sucede… ¡somos avergonzados delante de todos!  Son ciertas las palabras del proverbista: Al fracaso lo precede la soberbia humana (Proverbios 18: 12 – Versión Internacional).  Tengamos mucho cuidado.

Es necesario rechazar este sentimiento de suficiencia que aunque causa placer es dañino sencillamente porque no le da la gloria a Dios.  La tragedia de Herodes debe estar presente en nuestra memoria:

Y  el pueblo aclamaba gritando:  ¡Voz de Dios, y no de hombre!  Al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos (Hechos 12: 22-23).

 

Nada de lo que hacemos es porque seamos capaces sino por la sola gracia de Dios.

 

¿Sustento toda mi enseñanza en la Escritura?, ¿qué lugar ocupan las experiencias, tradiciones, opiniones de autores de libros cristianos y otras fuentes extrabíblicas en mi enseñanza?   El lugar que ocupa la Escritura en la enseñanza de un maestro mide su grado de legitimidad.  Tanto mayor sea su apego a la Palabra de Dios mas legítima será su enseñanza.  Debemos tener cuidado del uso que hacemos de las experiencias, tradiciones y otras fuentes extrabíblicas de conocimiento.  En el momento que hacemos de las fuentes extrabíblicas la base de lo que enseñamos en ese momento habremos perdido toda legitimidad.

¿Estamos diciendo con esto que no debemos usar ninguna fuente extrabíblica en nuestra enseñanza?  No es eso lo que estamos diciendo.  Las experiencias, tradiciones, información científica, etc. pueden ser legítimamente usadas para corroborar o ilustrar lo que ya está firmemente sustentado en la Escritura de una menara objetiva y clara.  La base esencial de la enseñanza seguirá siendo la infalible Palabra de Dios.

El famoso poeta  alemán Goethe reconoció en medio de la intelectual sociedad que le rodeaba:

Cuanto más grandes sean los progresos de la Humanidad, tanto más claramente verán los que son sabios que la Biblia es el verdadero fundamento de la sabiduría y la maestra universal de la Humanidad.

 

¿He corrido riesgos por amor a mis alumnos en obediencia a Dios?   Nuestra cultura impone reglas y convenimientos que se toman como patrones normativos: los pobres son rechazados, los niños de la calle son vistos como delincuentes, los expresidiarios no consigen trabajo en ninguna parte.  Si queremos obedecer a Dios en el cumplimiento de nuestro ministerio debemos estar dispuestos a correr el riesgo de apartarnos de esos patrones aunque esto implique el cuestionamiento de los demás.

Pedro enfrentó los cuestionamientos de la iglesia de Jerusalén por haberse arriesgado a presentar el evangelio a un extranjero (Hechos 11: 1-18).  De manera que a veces será la misma iglesia la que cuestionará nuestros procedimientos pero sólo cuando estamos dispuestos a mostrar a nuestros alumnos que les amamos y estamos dispuestos a correr cualquier riesgo por ese amor que les tenemos nuestra enseñanza causará un impacto en ellos.   Hendriksen (Enseñando para cambiar vidas) llama a esto “enseñanza de corazón a corazón”  y la resume de esta manera:

Piense qué pasaría con el joven promedio de su clase, si el próximo domingo, al salir, usted lo tomara del brazo, lo llevara a un lado y le dijera: “!Hola muchacho!; quiero que sepas que soy de los tuyos.  Estoy orando por ti.  Cuando necesites alguna ayuda, llámame, ¿de acuerdo?  Estoy a tu disposición”.

            El nunca olvidará quien es usted.  ¿Cómo lo sé?  Yo fui ese joven. (p.96)


[1]  Estos autores señalan que el término autoridad (Gr. EXOUSIA) indica aquí que esta capacidad era entendida como sobrenatural (dada por Dios) y por eso causaba admiración en el pueblo.

[2] Hagg (1981) menciona que “desde que en Israel cesaron los profetas, los sabios se ocuparon profesionalmente de la interpretación de la Sagrada Escritura.  De esta manera se formó un rango de doctores de la ley. Los escribas, que se elevaron pronto a la categoría de conductores del pueblo, siendo en general reconocidos como tales”. (p.585)

Jesús, modelo de maestro

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JESÚS, modelo de maestro

Samuel Marcano

¡Ese maestro si es un verdadero educador!, dijo alguien después de recibir la primera clase con su nuevo instructor.  Evidentemente aquel alumno había sido impresionado gratamente por su maestro y no pudo ocultarlo.   La imagen que las personas se forman de aquellos que los instruyen es expresada a través de diferentes términos: docente, mentor, tutor, etc.  Cuando Jesús desarrolló su ministerio docente entre su pueblo también fue percibido con distintos matices que describían con propiedad su labor didáctica.  Al estudiar estos términos nos acercamos en cierta forma al modelo que Jesús nos dejó como maestro de maestros.   Es nuestra responsabilidad no  sólo estudiar ese modelo sino ajustar nuestras vidas a él.

 

Términos asociados al papel docente de Jesús

Hay varios términos que se usan en el Nuevo Testamento para describir el papel docente de Jesús. Estos términos provienen del idioma griego porque era el idioma oficial que se hablaba en aquel entonces.[1]   Uno de estos términos, y por cierto el más abundante, es  didáskalos.  Aparece cuarenta y una vez  para referirse a Cristo como un reconocimiento de su tarea docente (Coenen, Beyreuther y Bientenhard, 1980).  Entre los textos donde se usa esta palabra están: Mateo: 8:19; 12:38; 19:16.  La palabra describe a alguien que hace el papel de preceptor o instructor de otros (Coenen y otros)     Tanto en la cultura griega como en la judía abundaban muchos didáskalos que se encargaban de guiar a sus alumnos hacia un determinado saber.  Un término equivalente era rabbi, que significaba mi maestro en lengua hebrea (en arameo se utilizaba raboni).  Esta palabra indicaba un trato honorífico de parte del discípulo hacia su maestro (Hagg, 1981).

El enfoque del término didáskalos recae en la habilidad del alguien para transmitir en forma clara y precisa un determinado conocimiento o destreza a un grupo de discípulos.  El didáskalos se esforzaba por ofrecer a sus discípulos orientaciones precisas, respuestas claras, entrenamiento específico y consejos oportunos a fin de que ellos lograran el total dominio de la disciplina que estaban aprendiendo.

La palabra didáskalos nos hace pensar en Jesús moviéndose en diferentes escenarios: sentado frente a sus discípulos y hablándoles de las normas del reino de los cielos (Mateo 5,6 y 7); respondiendo las constantes consultas que le eran presentadas (Mateo 19: 16; 22: 16, 24, 36) o dando instrucciones a sus discípulos acerca de cómo iban a llevar a cabo su misión evangelizadora entre los judíos (Mateo 10: 1.15).  Directrices, orientaciones, consejos e instrucciones, todo se conjugaba en la persona de Jesús y por eso le llamaban didaskalos, lo cual indicaba que la gente reconocía su enseñanza con mucho respeto.

Jesús advirtió a sus discípulos, sin embargo,  que no permitieran que los títulos honoríficos se le subieran a la cabeza haciéndoles perder el sentido de humildad que debe caracterizar a un verdadero discípulo.  Criticó la soberbia de los fariseos que se ufanaban de que los llamaran Rabí  (Mateo 23:7) y advirtió a los suyos acerca de tal pretensión (v.8), aunque él mismo no rechazó este tratamiento ya que sólo a él correspondía (Marcos 9:5; Juan 1:38; 3:2).

Otro término utilizado para describir a Jesús como maestro es epístateis, el cual enfatiza la autoridad del que enseña (Reinecker y Roger, 1980).[2]   Los discípulos podían distinguir en Jesús no solo la capacidad para instruir sino también la autoridad con la cual estaba revestido su ministerio.  Cuando Pedro, después de haber pasado toda la noche pescando, fue animado por Jesús a echar las redes de nuevo al mar,  dijo con humildad:

Maestro (epistateis) toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red (Lucas 5: 5)

¿Qué podía un carpintero saber de pesca que no supiera un experimentado pescador como Pedro, que además había estado pescando toda la noche?  Sin duda que Pedro reconoció en Jesús más que un carpintero y más que un maestro-instructor.  Las palabras de Jesús no tenían que ver con instrucciones acerca de cómo pescar sino de cuan dispuesto estaba Pedro en obedecer a Dios y reconocer la autoridad de Jesús como hijo de Dios.  Por eso, después de la contundente demostración del poder de Jesús (v.6), Pedro se reconoce pecador y, de rodillas ante  el maestro, reconoce en forma implícita la deidad de Aquel que estaba frente a él al confesar:

Apártate de mi Señor, porque soy hombre pecador (v.8)

Finalmente, hay otro término empleado en los evangelios para referirse a Jesús como maestro: el término kateigeiteis, que sólo aparece en Mateo 23:10.  Indica un guía, alguien que conduce a otros por un determinado camino (Tamez, 1978).[3]  El énfasis del vocablo recae sobre la responsabilidad que tiene el maestro de orientar o guiar a sus discípulos.  Los discípulos reconocieron que sólo Jesús podía guiarles cuando admitieron: ¿A quién iremos?  Tu tienes palabras de vida eterna (Juan 6: 68).  Para los judíos del tiempo de Jesús no era difícil encontrar un maestro a quienes ellos podían seguir.  Pero para los discípulos de Jesús, solo el maestro de Nazaret podía guiarles a la vida eterna.

El siguiente cuadro resume los enfoques que encontramos en los términos empleados para describir la labor docente de Jesús:

Término

Enfoque

Implicación

Didáskalos El maestro como instructor. El maestro tiene la  responsabilidad de ofrecer a sus discípulos explicaciones claras y precisas  acerca de lo que se espera que ellos hagan.
Epístateis El maestro como alguien que tiene autoridad. En este tiempo cuando todo es relativo,  cuando lo absoluto es cuestionado y cuando la verdad parece una pieza anticuada de museo, es necesario que el maestro enfatice la autoridad y normatividad de la Biblia.  La autoridad de un maestro cristiano descansa en su apego a la eterna e infalible Palabra de Dios.
Kateigeiteis El maestro como guía de sus discípulos El camino correcto siempre debe estar claro ante los ojos de aquellos que guiamos.  El maestro debe hacer siempre un gran esfuerzo por mostrar a los alumnos la voluntad expresa de Dios.

PARA REFLEXIONAR

            Al revisar los distintos enfoques de los términos utilizados para describir la tarea docente de Jesús no podemos evitar pensar en nosotros mismos como maestros o conductores de otros creyentes. Algunas preguntas nos ayudarían a hacer este autoanálisis.

¿Me esfuerzo en instruir claramente a mis hermanos en cuanto a lo que Dios espera que ellos hagan?  Muchas veces la ayuda que damos a otros se limita a decirles que obedezcan a Dios, que busquen la voluntad de Dios en oración, que no se desanimen pues Dios responde tarde o temprano.  Todo eso es verdad pero debemos ser mucho más claros y específicos si esperamos  orientar a aquellos que están a nuestro cuidado.

Jesús le dijo a un hombre rico: Vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme.  ¿Puede haber una instrucción más clara que esta?  A sus discípulos cuando los mando a evangelizar entre los judíos les dio indicaciones muy precisas de lo que debían y lo que no debían hacer (Mateo 10: 5-15).  Posteriormente vemos en el apóstol Pablo el mismo ejemplo cuando instruyó puntualmente a Timoteo sobre lo que debía hacer en la iglesia de Efeso (1Timoteo 3:14-15).

A riesgo de no meternos en las decisiones que tomen los demás, nos hemos conformado con ofrecer una enseñanza imprecisa, confusa,  que no responde específicamente a las necesidades de aquellos que ministramos.

 

¿Fundamento todas mis enseñanzas en la autoritativa e infalible Palabra de Dios con toda convicción?  La generación de este tiempo ha sido formada en un ambiente que rechaza los absolutos.  La verdad es una utopía y lo normativo suena a militarismo: nadie quiere eso.  Por esta razón nos hemos vuelto negociadores de la verdad divina.  Debemos admitirlo, queremos ganarnos el favor de aquellos que enseñamos aceptando sus argumentos (aun cuando estos no fueran verdad) o rebajando las exigencias de la Palabra de Dios (aun a sabiendas de que pecado es pecado no importa como quieran llamarlo los demás).

¡Cuán difícil es para el maestro de adolescentes tratar temas como la masturbación, la pornografía, las relaciones prematrimoniales, los noviazgos mixtos. Para el maestro de adultos hablar de la honestidad en el trato con el sexo opuesto, el pago de las deudas o el compromiso de compartir el evangelio con los vecinos.  Nuestro temor es perder popularidad entre los alumnos y ser etiquetados como fundamentalistas o coloniales.

La primera actitud que un maestro cristiano debe tener es reconocer que la Palabra de Dios es absolutamente verdad y absolutamente normativa.  La segunda actitud es persuadir a los demás de esta verdad.  No importa el precio que deba pagar.

¿Me preocupo por ofrecer orientación oportuna a mis alumnos?  La labor del maestro es una tarea pastoral.  El tiene que orientar, dirigir y  conducir a sus alumnos; estos son como ovejas que necesitan orientación para marchar en la dirección correcta.  Ellos están tomando decisiones casi todo el tiempo y necesitan saber si lo están haciendo bien o mal.  A veces buscaran consejos pero otras veces no.  El maestro siempre debe estar dispuesto a orientar al alumno que lo solicite pero también debe tener la sensibilidad suficiente para darse cuenta de aquel que aunque no pida ayuda la necesita.

El evangelista Luis Palau cuenta como recibió a Jesucristo como Señor y salvador durante un campamento de verano en Argentina (Palau, 1986).  Un consejero llamado Chandler lo sacó prácticamente de su carpa la última noche del campamento y le llevó afuera para preguntarle si era cristiano y si quería aceptar a Cristo como Salvador.  Palau no había pedido ayuda, no había señalado su necesidad de ser cristiano (de hecho rehuyó esta confrontación) pero la sensibilidad de un maestro que vio en él un muchacho necesitado de Cristo, fue el instrumento que Dios usó para llevarle a los pies de Jesús.  Palau es muy conocido hoy en día pero necesitamos maestros como el hermano Chandler que supo hablar al corazón de un adolescente necesitado de Dios.


[1] Este idioma era una variedad del griego conocido como griego Koiné (común) que se convirtió en la lengua oficial del imperio desde las conquistas de Alejandro Magno (Carrez, 1984).

[2] Este término aparece solamente seis veces en el Nuevo Testamento y todas ocurren en el evangelio de Lucas (véase Lucas 5:5; 8:24, 45; 9:33, 49; 17: 13).

[3]  Este sustantivo viene del verbo kateigeomai, que traduce conducir o ir delante.

Los Desafios del Crecimiento de la iglesia

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LOS DESAFÍOS DEL CRECIMIENTO

Una perspectiva neotestamentaria sobre el crecimiento de la iglesia

Samuel Marcano, anciano de la iglesia Dios es Amor[1]

INTRODUCCIÓN

Existe ahora mismo un marcado énfasis en el crecimiento eclesial.  Por un lado, los expertos en iglecrecimiento han saturado el mercado con bibliografía que nos motivan a creer que el crecimiento de la iglesia es una necesidad.  Por otro lado, modelos de iglesias crecientes han aparecido en todos los continentes para indicarnos que el sueño de tener una iglesia con miles de creyentes es posible en esta generación.  Hemos aceptado entonces el desafío de ver el crecimiento de nuestra iglesia como una necesidad y como una posibilidad, lo cual nos empuja a desarrollar todos los planes y estrategias posibles para lograr esa meta.

Sin embargo, algunos han asumido el crecimiento eclesial simplemente como el anhelo de tener una mega-iglesia con miles de miembros sin importar el costo.  La meta cuantitativa se convierte en un fin en sí mismo y si para ello deben sacrificar un poco la doctrina, diluir las exigencias bíblicas, prescindir de ciertas enseñanzas o hacerse la vista gorda de algunos pecadillos “blancos”, el resultado, según ellos, bien vale la pena tales omisiones.

Tarde o temprano el asunto del crecimiento será una preocupación de los líderes de la iglesia.  Es necesario entonces que asumamos una postura bíblica, clara y consecuente que nos permita responder sin ninguna duda sobre cuáles son los principios bíblicos que  deben sustentar el crecimiento de nuestras iglesias.  En buena hora nos recuerda Rick Warren que el crecimiento no tiene por que sacrificar el mensaje ni la misión de la iglesia.[2]

CRECIMIENTO INTEGRAL

El principio bíblico por excelencia que debe guiar el crecimiento de la iglesia es el de la integridad.  El término integral, en una de sus principales acepciones, señala aquello que está entero, completo, que abarca la totalidad de sus partes.  Un crecimiento integro es aquel que no enfatiza sólo una dimensión de la iglesia sino que considera la totalidad y complejidad del cuerpo de Cristo.

En el Nuevo Testamento el adjetivo todo aparece en varios contextos para indicar esta integridad.  El creyente tiene el compromiso de mostrar su santidad en TODAS las esferas de su vida (1Pedro 1:5; Hebreos 13: 18; Tito 2:10);  Dios mismo obra en forma integral en TODAS las áreas de la vida del creyente (1Tesalonicenses 5:23); TODO lo que el creyente hace debe buscar la gloria de Dios (Filipenses 2:14; Colosenses 3:17, 23) y en la comunidad cristiana TODA actividad debe apuntar a la edificación de TODO el cuerpo (1Corintios 14:26, 40; Colosenses 2: 19).  No avanzaremos mucho en el estudio del Nuevo Testamento sin notar este énfasis que se hace en un crecimiento integral de la iglesia.

 

Cantidad y calidad.

La integridad del crecimiento implica que debemos crecer tanto en número como en calidad de vida (crecimiento cuantitativo y cualitativo).  Hay figuras en el  Nuevo Testamento que describen la naturaleza creciente de la iglesia.  Las parábolas de la semilla de mostaza y la levadura de Mateo 13: 32-33 son un ejemplo.  Hendriksen señala que posiblemente el grupo de seguidores de Jesús se veía a sí mismo como una pequeña e insignificante comunidad de hombres sin mucho futuro y estas palabras tendrían el objetivo de animarles al afirmar que el reino de Dios, aunque tiene ciertamente un comienzo muy pequeño, crecerá hasta ser un sitio de refugio para muchas personas (Hendriksen, El Evangelio Según San Mateo, p.592).  Por otro lado, Lois Barbiere indica que ambas parábolas indican el crecimiento dinámico e indetenible del reino, el cual, una vez iniciado, crecerá en forma progresiva hasta la consumación de los tiempos (Barbieri en The Bible Knowledge Commentary, tomo 2, p.51).

No nos sorprende que en libro de Hechos la iglesia creciera con tanta celeridad tanto en la cerrada y tradicional cultura judía como en la pagana y decadente cultura helénica.  Los creyentes crecieron de 120 a 3.000 en menos de un mes (Hechos 1:15 y 2:41).  Luego Lucas informa que se convirtieron como 5.000 varones en los siguientes tres meses (Hechos 4:4).[3]  Se nos reporta que el número de los discípulos se multiplicaba grandemente por todas las provincias  (Hechos 5:14; 6: 1, 7; 9:31; 10:45; 11:19-30; 12:24; 13:48, 49).  No cabe ninguna dudas que el libro de Hechos es sobre todos un reporte del crecimiento de la iglesia en sus primeros 30 años de historia (desde el 33 d.C. hasta aproximadamente el 63 d.C. según Hoener).

Esa onda expansiva del reino de Dios ha continuado tal y como Cristo lo declaró en la parábola de la semilla de mostaza.  Al final del siglo uno había iglesias en las principales ciudades del imperio romano, incluyendo la misma Roma.  En los siglos dos y tres la expansión continuó hacia las regiones más lejanas del imperio.  Con la conversión de Constantino (300 d.C.), el cristianismo experimentó un impulso inusual y se convirtió en la religión oficial del imperio (?).  A pesar de las invasiones bárbaras, el avance del islamismo y la decadencia del poder papal, la iglesia cristiana mantuvo su visión misionera en los siguientes siglos aun entre los feroces bárbaros; nunca dejó de crecer la semilla de mostaza. Ese crecimiento ha continuado hasta nuestros días.  Nos dicen Bill y Amy Stearns que en el año 100 d.C. habían 360 inconversos por un verdadero creyente; hoy esa proporción ha bajado a menos de siete inconversos por cada creyente.[4]

El reciente informe de Tomás Moreno del crecimiento de la iglesia en Venezuela es por demás alentador:[5]

En Venezuela encontramos que entre los años 95 al 98 hubo un Promedio de Tasa de Crecimiento Anual (PTCA) de plantación de iglesias de 6,36%, es decir, que entre 1995 y 98 cada año se plantaron 731 iglesias, 60,9 iglesias cada mes, 2,03 iglesias cada día. Digamos que esto no se ha alterado, lo cual no es cierto, porque las estadísticas o suben o baja, pero, por lo general nunca quedan iguales. Eso significa que en estos dos últimos años se han plantado 1462 nuevas iglesias en todo el país, haciendo un total de 15462 iglesias. Basta observar que, el panorama religioso en el país ha ido cambiando paulatinamente y de manera constante. La Iglesia Evangélica esta creciendo.

En cuanto al Promedio de Tasa de Crecimiento Anual (PTCA) de incorporación de personas a la iglesia evangélica entre 1995 y 1998, fue de un 9,97%, eso significa que durante cada año se incorporaban 124469 personas a la iglesia, unas 10372 cada mes, 345 personas cada día y 14,40 personas cada hora. Si esto no se altero (reitero el comentario anterior sobre las estadísticas), unas 248938 personas se incorporaron a la iglesia en estos dos últimos años, pasando la población evangélica de 1600000 (7,1% de 23 millones en 1998) a 1848938, es decir un 7,7% de la población actual (24 millones de habitantes).

¡Damos la Gloria a Dios!  Su plan no se ha frustrado a pesar que algunos de nosotros poco ha contribuido con la expansión del reino.  Dios cumplirá su propósito con nosotros o a pesar de nosotros.

Pero el crecimiento de la iglesia no es sólo numérico.  La Escritura hace énfasis en la necesidad de un crecimiento también en calidad.  Cuando Cristo vio que las grandes multitudes le seguían (cantidad) los confrontó con la mayores exigencias (calidad) que encontramos en el Nuevo Testamento sobre lo que cuesta ser un discípulo auténtico (Lucas 14: 25-33).  Las cartas de los apóstoles igualmente hacen marcado énfasis en la necesidad de que la iglesia crezca en santidad (Efesios 2: 21-22); en la gracia y el conocimiento de Cristo (2Pedro 3:18); en el mejor uso de los dones (1Cor.14: 12).    Todas estas indicaciones apuntan a un crecimiento espiritual, interno, que no tiene que ver con los números, sino con la calidad de vida de la iglesia.  Sin embargo, no tenemos que escoger entre cantidad o calidad.  Warren (1.995), respondiendo precisamente al mito de que la iglesia debe escoger entre calidad o cantidad señala que: “Todas las iglesia deben desear alcanzar para Cristo la mayor cantidad posible de gente en la misma medida en que desea ayudar para que esas personas lleguen a ser lo más espiritualmente maduras posibles”  Este autor señala que la calidad trae la cantidad.  Es imposible que una iglesia que sea sana bíblicamente hablando no crezca.

Por esa razón es necesario, no sólo que pensemos en el crecimiento numérico como una meta para nuestras iglesias, sino también en el crecimiento cualitativo.  Es necesario que definamos lo que dice el Nuevo Testamento sobre una iglesia saludable.

Dimensión individual y corporativa del crecimiento.

La integridad del proceso de crecimiento eclesial también incluye tanto la dimensión individual como corporativa del crecimiento.  Los creyentes están llamados a crecer como individuos.  El apóstol Pedro (2Pedro 1:5-7) señala que cada creyente debe poner toda diligencia por añadir:

  • a su fe, virtud
  • a la virtud, conocimiento
  • al conocimiento, dominio propio
  • al dominio propio, paciencia
  • a la paciencia, piedad
  • a la piedad, afecto fraternal
  • y al afecto fraternal, amor.

El apóstol enseña que este crecimiento proporciona tal firmeza al creyente que nada lo podrá mover de su fe (no caerá jamás).  Es responsabilidad de cada uno buscar vehementemente este crecimiento.  Ninguna excusa puede ser argumentada para explicar la falta de crecimiento personal.

Por otro lado, la Biblia también nos dice que la iglesia debe crecer corporativamente.  Mal podría un creyente concentrase sólo en su propio crecimiento.  Dios condena esta actitud egoísta.  Debemos velar por la edificación unos por otros (Romanos 14:19; 15:2; 1Tesalonicenses 5:11).  Son muchos los pasajes que usan la forma reflexiva unos a otros para indicar esta responsabilidad mutua (Romanos 12:10, 16; 13:8; 15:7, 14; 1Corintios 16:20; Galatas 5:13).  La dimensión del crecimiento corporativo no sólo enfoca la edificación mutua, sino la responsabilidad que tenemos de servir a todo el cuerpo con nuestros dones y ministerios  (Efesios 4:12, 16).

Entonces, así como se hace necesario indicar el perfil de iglesia sana según el Nuevo Testamento, también es necesario indiciar el perfil de un creyente sano según el Nuevo Testamento.

 

EL PAPEL DE LOS LÍDERES EN EL CRECIMIENTO DE LA IGLESIA

 

Esta fuera de toda discusión que la iglesia debe crecer.  También está fuera de discusión que este crecimiento debe ser integral con todo lo que ello implica.  Por eso un tema como no puede pasar por alto la responsabilidad que los lideres tenemos en este proceso de desarrollo eclesial.  Varias maneras en que los líderes son responsables del crecimiento de la iglesia son:

  1. Establecer una visión clara de crecimiento integral.  Somos los líderes quienes guiamos a la congregación en el proceso por eso no podemos ser ciegos guiando a otros ciegos.  El liderazgo pastoral necesita articular con toda claridad cuál es el camino por donde debe la iglesia moverse en este tiempo.  La brújula es la Escritura, el mapa de ruta debemos hacerlo nosotros.
  2. Reconocer los principios bíblicos que sustentan el crecimiento.  No debemos hacer las cosas caprichosa o circunstancialmente sino movernos guiados por principios bíblicos no negociables.  Aquí es donde se formula una filosofía bíblica de crecimiento que nos permite en  un momento dado decidir lo que más se ajusta a la Palabra de Dios.  Es fatal cuando improvisamos decisiones que más tarde se revierten contra nosotros o la iglesia.
  3. Organizar las estructuras y estrategias que faciliten el crecimiento de la iglesia.  Nos toca también la responsabilidad de desarrollar no sólo la visión y filosofía del crecimiento integral sino definir de qué manera vamos a ponerla en práctica y qué estructuras facilitarán el proceso.
  4. Mantener una constante supervisión sobre el proyecto de crecimiento integral.  Aquí es, por lo general, donde más fallamos.  La supervisión es una tarea inherente a nuestra función pastoral (cf. el término obispo = supervisor).  No basta con definir la visión, filosofía, estructuras y estrategias si no hay quien supervise el desarrollo del proceso.

CRECIENDO PARA SER UNA IGLESIA BIEN ESTABLECIDA

 

            Los niños dicen con cierta frecuencia: “cuando sea grande quiero ser…”  Ellos tienen sueños y metas de lo que quieren ser cuando crezcan.   A veces nos falta tener este tipo de sueño o anhelo.  ¿Qué tipo de iglesia queremos ser como resultado de nuestro crecimiento?, ¿queremos crecer para ser qué?

Necesitamos afinar nuestro sentido de crecimiento hacia el concepto bíblico de ser una iglesia bien establecida.   Revisemos en breve este concepto y evaluemos que tan dispuesto estamos a que nuestro crecimiento se enfoque hacia esta meta.

El modelo paulino

Después de su primer viaje misionero, el apóstol Pablo invita a Bernabé a recorrer de nuevo las iglesias fundadas por ellos (Hec.15:36).  La preocupación del apóstol tenía que ver con la necesidad de confirmar las iglesias recién fundadas (Hec.16:5).  Por eso, después de casi un año de intenso trabajo misionero, quiso regresar “para ver cómo estaban los hermanos”

Para Pablo no era suficiente con evangelizar, reunir un grupo de creyentes en un lugar y dejarlos “a la buena de Dios”.  La tarea misionera continuaba hacia la confirmación de los creyentes como cuerpo de Cristo. Esta “confirmación”, en el caso del apóstol,  incluía la revisitación personal y el envío de obreros y/o de cartas para seguir ayudando a la consolidación de las iglesias locales.

El termino “confirmar”, que aparece en el pasaje de Hec.16:5, es la traducción de la palabra griega sterizo que tiene el sentido de “fortalecer”, “consolidar”, “establecer”.  La idea es “hacer firme a alguien”.

En los siguientes pasajes se utiliza el término sterizo o un derivado y describen bien la idea del apóstol Pablo acerca del establecimiento de la iglesia:

  • Hec.14:21-23
  • Hec.15:36-16:5
  • Hec.18:22-23
  • Rom.1:8; 16:25-27
  • 1Tes.3.1-13
  • 2Tes.2:17

La iglesia no sólo debe ser fundada, debe ser también conducida a un nivel de madurez tal que pueda desarrollarse por sí misma en forma estable sin la presencia de sus fundadores.  La estabilidad de la cual hablamos debe incluir la posibilidad de autogobernarse (liderazgo local), autofinanciarse (sostenida por la contribución de sus propios miembros), autoproyectarse (la reproducción de nuevos creyentes y nuevas iglesias) y autoeducarse (la ejecución de programas de formación teológica basados totalmente en la iglesia local).  El prefijo “auto” no significa aquí independencia o aislamiento sino responsabilidad.  La iglesia asumirá la responsabilidad  de su desarrollo pero lo hará en sana co-dependencia con otras iglesias.

El modelo paulino es esencial en la tarea misionera de hoy.  Nosotros también debemos pensar que la meta no es fundar una iglesia sino verla bien establecida.  Por esa razón, debemos movernos en forma conciente y planificada hacia el desarrollo de las características que hagan de la iglesia una iglesia “bien establecida”.

Las características de una iglesia bien establecida

El apóstol Pablo sin duda tenía claro en su mente cómo debía ser una iglesia que estaba bien establecida.  En varias ocasiones, él instruyó a las iglesias a crecer hacia metas que mostraran madurez y consolidación (Gal.4.19; Ef. 3.17-19; 4:11-16; Fil.1:9-11).  Esto es comprensible ya que Pablo había sido escogido por Dios para mostrar cómo debía ser la iglesia y cómo debía ser correctamente conducida como cuerpo de Cristo (Ef.3:8-9).

Es posible (y necesario) identificar las características de una iglesia establecida leyendo con atención las cartas de Pablo.  En ellas el apóstol dio claras instrucciones sobre el ser y el quehacer de la comunidad cristiana.  Tales instrucciones son nuestra única fuente normativa para determinar cómo quiere Dios que sea su iglesia en todos los tiempos y culturas.

El siguiente es un resumen de las cartas paulinas con los enfoques de los temas tratados en cada una:

GRUPO

CARTAS

FECHA

LUGAR

TEMA CENTRAL

Primero grupo de cartas dirigido a las iglesias recién fundadas con el propósito de establecerlas firmes en el evangelio. Gálatas 49 Antioquia Un llamado a retornar al evangelio puro sin mezclarlo con el legalismo.
1ª y 2ª de Tesalonicenses 51 Corintio Afirmando a la iglesia en las verdades básicas del evangelio.
1ª de Corintios 56 Efeso Un llamado a evitar las divisiones en la iglesia
2ª de Corintios 57 Macedonia Una defensa del ministerio del apóstol.
Romanos 57 Corintio Tratado completo de la esencia del evangelio
Segundo grupo de cartas escritas desde la prisión con el propósito de establecer aun más a las iglesias y mostrarles cómo ellas eran parte del supremo plan de Dios para redimir a la humanidad. Efesios 60 Roma El misterio de la iglesia y el plan soberano de Dios.
Filipenses 60 Roma Participando como iglesia en el progreso del evangelio
Colosenses 61 Roma El misterio de la iglesia y Cristo como cabeza
Filemón 61-62 Roma Implicaciones de tener un mismo sentir en el progreso del evangelio.
Tercer grupo de cartas dirigido a hombres claves con el propósito de terminar de establecer bien a las iglesias y formar nuevos líderes bien entrenados para el ministerio 1ª Timoteo 62 Macedonia La forma cómo debe organizarse apropiadamente la iglesia.
Tito 66 Asia menor Poner en orden lo que falta para establecer completamente la iglesia.
2ª Timoteo 67 Roma La importancia de líderes fieles y bien entrenados.

El plan de establecimiento

Cada iglesia tiene la responsabilidad de identificar las características bíblicas de una iglesia bien establecida.  Tal identificación permitirá diseñar un plan para desarrollar estas características en la congregación.

La elaboración de un plan como este debe ser parte de un proceso global.  Al mismo tiempo no debe ser una tarea que una iglesia asuma en forma individual o aislada de las demás.  La siguiente es una agenda sugerida para desarrollar este proceso asumiendo una cooperación entre dos o más iglesias:

TEMA

OBJETIVO DEL ENTRENAMIENTO

RECURSOS DISPONIBLES

DURACION DEL ENTRENAMIENTO A LOS LIDERES

Naturaleza y Misión de la iglesia Que los líderes de la iglesia identifiquen cuál es la naturaleza y misión de la iglesia local. Naturaleza y Misión de la Iglesia: Un estudio del libro de Hechos Tres o cuatro días (3 ó 4)
Características de una iglesia bien establecida Que los líderes de la iglesia identifiquen cuales son las características de una iglesia bien establecida. Las características de una iglesia bien establecida: un estudio de las epístolas paulinas Cinco días (5)
Evaluación diagnóstica de la iglesia Que los líderes realicen una evaluación lo más exhaustivamente posible para identificar las necesidades fundamentales de la iglesia. La evaluación diagnostica de la iglesia. Un día (1)
El plan de establecimiento Que los líderes diseñen un plan general a través del cual puedan llevar a la iglesia a un nivel aceptable de madurez según las características de una iglesia bien establecida. El plan de establecimiento Dos o tres días (2 ó 3)
El programa educativo de una iglesia bien establecida Que los líderes diseñen un currículo de educación teológica basado totalmente en la iglesia local, a través del cual puedan desarrollar las características de una iglesia bien establecida. La Educación Teológica basada en la iglesia local. Varias sesiones de dos días cada sesión:

  1. Filosofía del programa educativo
  2. Plan Educativo.
  3. Materiales y recursos.
Los centros de recursos Que los lideres trabajen en función de que la iglesia llegue a ser un centro de recursos para las iglesias de su alrededor y se incorporen a una red de Centros de recursos. La Red de Centros de Recursos (RCR) Uno o dos días (1 ó 2)

Finalmente, debe mencionarse que iniciar un proceso como el descrito anteriormente requiere del liderazgo de la iglesia un auténtico compromiso que refleje el sentir completo de ellos.  Consenso y armonía total del equipo de líderes son ingredientes necesarios antes de iniciar la agenda de trabajo.

Igualmente, deben estar claras las  responsabilidades que cada iglesia asumirá durante el desarrollo de la agenda de trabajo.  Es una cooperación entre iglesias y lo que cada una se comprometa a hacer debe estar definido desde un principio      .


[1] Este documento es una fusión de dos documentos.  El primero bajo el nombre de Los Desafíos del Crecimiento fue presentado en un encuentro de iglesias de ASIGEO en Caripe en Enero del 2001 y el segundo fue elaborado en Noviembre del 2003 como una agenda sugerida para el establecimiento de iglesias.

[2] Rick Warren (1.995).  Una iglesia con propósito.  Florida: VIDA.

[3]  Los datos cronológicos provienen de Harold Hoener, A Chronological Table of the Apostolic Age.

[4]  Bill y Amy Stearns, Capta la Visión 2000, p.19.

[5]  Correo Electrónico enviado por Tomás Moreno sobre informe Amanecer

Desafios para la Educación Teológica de nuestro tiempo 5/5

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Mantener el enfoque integral de la iglesia.

Por lo general, en los programas educativos de formación teológica la eclesiología es una materia dentro del pensum. Es un tópico ofrecido dentro de la categoría de Teología Sistemática. El diseño del contenido varía de acuerdo al enfoque de la institución, pero más o menos incluye los mismos asuntos esenciales.

No podemos decir que la eclesiología sea la doctrina más importante del programa, pero quizás sí que su deficiencia sea la razón de muchos fracasos en la manera como nuestros egresados abordan su ministerio en la iglesia local o en otras instituciones. No saber cuál es la verdadera naturaleza de la iglesia, cuál es su misión en esencia y cuáles son sus funciones lleva a muchos a darle tratamientos equivocados a los planes, proyectos y actividades de la iglesia. Al fin y al cabo, todas las actividades ministeriales que los egresados desarrollarán al salir de la institución estarán relacionadas en un mayor o menor grado con la iglesia local.

Esto nos recuerda las palabras de Pablo a Timoteo:

Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte,  para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad (1Timoteo 3:14-15)

La preocupación del apóstol era que Timoteo supiera cómo conducirse en la iglesia, y sabemos que esto se refiere a la forma como debía desenvolverse en el sentido moral o espiritual en relación con la congregación. Timoteo era un delegado apostólico en Éfeso, él debía saber cómo poner en orden la iglesia y llevarla a la madurez en ausencia de Pablo. Precisamente es lo mismo que esperamos de nuestros egresados: Saber cómo manejarse en la iglesia y desarrollar sus dones y ministerios para la madurez del cuerpo de Cristo.

Sin embargo, son muchas las historias que conocemos de creyentes que, después de dejar las aulas de la institución, no supieron cómo conducirse ni conducir la iglesia, no supieron entender bien su naturaleza, su misión, sus funciones ni su organización. Algunos de ellos desistieron de seguir como líderes de las congregaciones y otros prefirieron emigrar a otros ministerios para eclesiales, lejos de la influencia de la iglesia local. En mi caso, conozco muchos egresados que no están haciendo absolutamente nada en ninguna iglesia local.

Todos los egresados de cualquier programa de formación teológica (no importa su especialidad) deben tener una visión integrada y cohesionada de la naturaleza, misión y función de la iglesia. Fallamos cuando pensamos que esto no tiene la importancia que realmente tiene. La eclesiología no debe ser solo una materia o un tema dentro del programa. Debe ser uno de los asuntos cardinales que se debe “masticar y digerir” a lo largo de todo el programa. Y es difícil que esto se pueda lograr con tan sólo una materia o dos.

Alguien una vez me dijo que hay especialidades que no requieren tanta eclesiología. Que la carga crediticia debe definirse y distribuirse según la especialidad ministerial del alumno. Estoy de acuerdo básicamente con el argumento de distribuir bien las cargas crediticias de acuerdo a la especialidad. Sin embargo, todavía es importante considerar que todo creyente necesita tener una bíblica, adecuada, profunda e integrada perspectiva de lo que es y debe hacer la iglesia. No se trata de una cuestión de créditos académicos sino de perspectiva adecuada.

Desafios para la Educación Teológica de nuestro tiempo (4/5)

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Usar la tecnología manteniendo los elementos esenciales de la formación cristiana.

La tecnificación multimedia de la educación es inevitable. No por cuestión de gusto o estilo sino simplemente por una cuestión de adaptación. Toda la cosmovisión actual nos dice con claridad que debemos usar cada vez las tecnologías emergentes de comunicación si no queremos quedar aislados de lo que ahora se conoce como “Sociedad 2.0”.[1]

Debemos reconocer la importancia y las inmensas ventajas de la tecnología en la educación. Fernández y Romero (2008) destacan entre estas ventajas: la capacidad para crear contextos de aprendizajes que abren nuevas posibilidades de información y de comunicación, se crean comunidades de aprendizaje muy efectivas en el manejo inmediato de la información, los programas informáticos pueden transformar nociones abstractas en modelos figurativos facilitando su comprensión y el uso de la computadora pone en contacto una amplia red de entornos (familia, compañeros de estudio, profesionales, profesores) facilitando la transferencia de aprendizaje de unos contextos a otros.

El problema no es la tecnología en sí, sino la forma de usarla, especialmente cuando este uso pasa por alto elementos esenciales en la formación cristiana. Algunos de esos elementos esenciales son la relación personal entre el docente y el alumno, el modelo de vida como paradigma a imitar, el contexto ministerial necesario para el desarrollo de los dones, la supervisión ministerial, la evaluación del carácter y los hábitos de piedad personal, entre otros.

No podemos obviar el hecho de que gracias a recursos como la internet y los multimedia,  es posible prescindir o poner de lado casi todos esos elementos esenciales. Es posible ser enseñados por robots que envían preguntas y ofrecen respuestas automatizadas, recibir una amplia información en muchos campos del saber humano sin verle la cara a ninguna persona durante todo el programa de entrenamiento, aprobar las materias de un programa sin siquiera aplicar ministerialmente los conocimientos recibidos, aprender de lo que alguien sabe pero no de cómo vive o ministra, tener buenas notas y, al mismo tiempo, malas relaciones interpersonales con los demás.

El reto que tenemos frente a nosotros es cómo podemos aprovechar los inmensos recursos de la tecnología educativa manteniendo aun los elementos esenciales de la educación bíblica.  Esto exigirá de nosotros todo el esfuerzo posible por no sacrificar en el altar de la tecnología los elementos que le dan vida y singularidad a la educación teológica según los principios bíblicos.

Yo mismo pude dar fe de que este desafío si es posible enfrentarlo con éxito. Recientemente pude obtener una maestría a través de un programa virtual (http://www.pro-meta.org/). Este programa, aunque es virtual, procura mantener vigentes los aspectos esenciales de la formación cristiana a través del diálogo, la mentoría, la supervisión y la transimisión de valores bíblicos. Esto cuesta mucho al personal pero es uno de los aspectos medulares del programa.

Podemos entrenar a través del internet, pero alguien debe todavía asegurar que el educando está mostrando los rasgos de carácter necesarios para un sano crecimiento ministerial, alguien debe todavía servir de modelo vivencial a imitar para este creyente, alguien debe verificar si este creyente está desarrollando una sana relación con su entorno eclesial y ministerial aprovechando los recursos y oportunidades que el Señor le ha dado.  El objetivo de la educación teológica a través de la tecnología multimedia no es sólo ofrecer herramientas a grandes distancias. Todavía sigue siendo formar hombres y mujeres a la imagen de Cristo y esto requiere vivencia, modelos y supervisión ministerial.


[1] Este término establece un contraste entre la sociedad real (1.0) y la sociedad virtual (2.0) que se comunica, cultiva, educa y crece a base de las comunicaciones virtuales, las redes sociales, la internet y la Web en general. Una explicación sencilla y clara la podemos encontrar en “La Sociedad 2.0” de Edgar Briceño, disponible en http://www.monografias.com/trabajos59/sociedad-dos-cero/sociedad-dos-cero.shtml.

Desafíos para la Educacion Teologica de nuestro tiempo (3/5)

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Cultivar la formación para toda la vida

Una de las debilidades de algunos egresados de instituciones teológicas es vivir de “las glorias del pasado”. Pensar que como tienen un título académico que les acredita en algún nivel de estudios formales ya han acabado su formación, aun cuando ese título lleve ya más de 20 años de obtenido.

Cuando la educación teológica se mira desde esa perspectiva se evalúa más como producto que como proceso. Se enfatiza más el logro obtenido (titulo, grado académico) y no la importancia de avanzar continuamente en la formación personal. Debemos evaluar si acaso los que dirigimos procesos de formación teológica hemos tenido algo de responsabilidad en esa forma de ver la educación teológica, promoviendo más la meta que el camino.[1]

Es importante valorar la importancia que tiene el concepto de la formación continua para el desarrollo de la persona, como se muestra en un informe de la UNESCO:[2]

«Si el conocimiento, las calificaciones y las capacidades de aprendizaje no se renuevan, la capacidad de los particulares, y por extensión de las comunidades o de las naciones, para adaptarse a un nuevo entorno se verá considerablemente reducida, cuando no completamente anulada. Se trata de una cuestión de supervivencia. En este sentido, la importancia del aprendizaje a todo lo largo de la vida activa, e incluso después, pasará a ocupar cada vez más un lugar prioritario en los planes de los particulares, de los países y de la comunidad internacional de maneras más concretas que en la actualidad

Es ya un hecho aceptado en casi todos los sistemas educativos del mundo el desarrollo de programas continuos, asociados especialmente al concepto de educación de adultos (López, 2009).  Y es que la educación ya no se entiende como un proceso finito y cerrado sino amplio y abierto, donde el educando se percibe más como un ser-en-relación que aprende continuamente a lo largo de toda la vida.

Por esa razón, es necesario que las instituciones de formación teológica aborden el asunto de la educación para toda la vida de manera creativa y urgente. Deben ser ofrecidos continuos programas de refrescamiento a egresados y a los líderes sin formación académica teológica para su superación ministerial. El titulo no debe ser la meta sino la excelencia en el desarrollo ministerial.

Deben explorarse acercamientos no-formales e informales a través de los cuales la educación teológica llegue a la mayoría de los líderes que lo necesitan sin sacrificar calidad ni pertinencia. Debe dedicarse cada vez un mayor porcentaje de tiempo, recursos, personal y esfuerzo para ofrecer este tipo de formación a la comunidad cristiana que está a nuestro alrededor.

Una de las conclusiones en el Manifiesto sobre la Renovación en la Educación Teológica Evangélica de la AETAL  señala:

«Debemos aprender a combinar, de manera práctica, sistemas residenciales y por extensión, estilos formales e informales, utilizando también, por ejemplo, cursos breves, talleres, programas nocturnos, institutos de vacaciones, adiestramiento sobre la marcha, seminarios ambulantes, cursos de actualización, y programas de educación continúa. Sólo por medio de tal flexibilidad en nuestros programas se podrá comenzar a suplir la amplia gama de necesidades del liderazgo de la iglesia y cumplir con nuestro mandato en su sentido más amplio. Esto lo tenemos que lograr, mediante la gracia de Dios

 

Pueden citarse algunas ideas que institutos y seminarios bíblicos residenciales pueden poner en prácitca para iniciar este tipo de alcance:

  1. Lunes pastoral. Los pastores de la ciudad reciben todos los lunes en horarios de 6 a 9 pm cursos de formación teológica en varias áreas de su interés. Estos cursos no tienen pre requisitos académicos. El único requisito es que sea pastor de una iglesia local. Se puede ofrecer algún tipo de reconocimiento por acumulación de horas de estudio o de materias aprobadas.
  2. Mentoría Ministerial. Los profesores ofrecen apoyo y asesoría a egresados de la institución o líderes de la iglesia para el diseño y ejecución de proyectos ministeriales. Incluso se puede ofrecer créditos académicos por estos proyectos a nivel de diplomado. Hay instituciones incluso que reconocen la experiencia ministerial del liderazgo y establecen un sistema de equivalencias para dar créditos académicos por esta experiencia.
  3. Programas de lecturas dirigidas. La comunidad cristiana es animada a usar la biblioteca de la institución para realizar lecturas de libros específicos bajo la guía de estudiantes avanzados o profesores. Este tipo de programas se pueden también promocionar en las iglesias locales de la ciudad.
  4. Desarrollar proyectos de investigación en las iglesias de la comunidad.  El personal de la institución, alumnos avanzados, egresados y líderes de las iglesias  pueden hacer proyectos de investigación cualitativa y cuantitativa que promuevan ideas y estrategias para mejorar la calidad y salud de las iglesias de la ciudad.  Por ejemplos: “Hábitos devocionales de los creyentes en la ciudad de Maturín”, “Preferencia en el uso de traducciones de la Biblia”, “Impacto de la estructura celular en el desarrollo de las iglesias evangélicas de Valencia”, etc.
  5. Asesoría para el diseño curricular de la iglesia local.  La institución puede poner a la orden de las iglesias asesores que le ayuden a diseñar y ejecutar sus programas educativos en todos los niveles y modalidades posibles.

 


[1] Por ejemplo, fíjese en este tipo de promoción: ¡Gradúate ya de licenciado en Teología!, ¡Saca tu título de bachiller en Biblia!, ¡Dios te llama y el instituto te gradúa!

[2] La educación permanente en el siglo XXI: nuevas funciones para el personal de educación.  Informe para el debate de la reunión paritaria sobre la educación permanente.  Ginebra, 10 – 14 abril de 1998 Oficina Internacional del Trabajo

 

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